martedì 27 luglio 2010

Prohibir los toros

Que quede claro desde el principio: los toros no me gustan.

Lo repito para que quede claro: no, no me gustan los toros.

Ahora explico por qué. Me parecen un rollo, me aburren, no veo el arte, reconozco el valor del torero, la pericia de acercarse y salir ileso, el riesgo del banderillero, el colorido, la música, eso que llaman "la fiesta"... pero aun asi no me gustan.
Además son seres vivos. Que lo maten es lo de menos, ¿cuantas vacas nos comemos? ¿Cuantos cerdos, cuantos pollos? ¿Cuántos animales mueren? Lo que me repugna es la forma, eso de quitarles el resuello, sacarles la sangre, dejarlos tontos, meterles una lanza y unos pinchos de sierra, clavarles una espada y observar cómo cae, cómo se inclina, cómo saca la lengua y grita, se estremece, le duele, me paree increíble que una orgía de sangre y muerte pueda ser vista sin que a nadie se le caiga el alma, sin que nadie lo rechace. Y luego van y aplauden.

Bueno. Dicho queda. Ahora bien, me parece una vergüenza, una calumnia, una infamia, una aberración de esa racionalidad, esa sensibilidad o esa humanidad que pretenden enarbolar o esgrimir como justificación los que defienden esa estupidez de prohibir los toros en Cataluña.

Los que lo pretenden por ser una fiesta española se definen ellos solos: son la culminación del odio, del racismo, del pueblerismo esquizofrénico. Cataluña será o no España según a quién se lo pregunte, pero criticar una cosa por ser de aquí o de allí es de lo peor que se puede hacer. Seguro que no dejan de comer chorizo extremeño, jamón de Huelva o marisco de Galicia, seguro que a más de uno le gusta la rumba -que no es catalana, ni andaluza, ni española ni cubana sino de todos esos sitios y encima nació en África- y les apasiona el Madrid-Barça.

Y si el argumento que esgrimen es el de la defensa de los animales, me parece casi peor. Porque los toros se ven, pero la auténtica tragedia, el holocausto animal no es el que sucede en las plazas, ni en las peleas de perros, ni en las de gallos. La barbaridad más obscena sucede detrás de nuestras casas, a escondidas, en miles y miles de granjas. En ellas malviven gallinas enjauladas en un espacio que apenas les da para respirar. Les cortan las patas y picos para que no se hagan daño, les ponen más horas de luz para que se estresen y den más huevos, les prohíben todo movimiento y la más mínima libertad y felicidad y les dan de comer lo peor que se pueda pensar. Los huevos que comiste ayer en esa tortilla, en ese revuelto o en esa ensalada, en esa mayonesa tan rica que hiciste con vinagre y perejil son una semilla viviente de sufrimiento.
La carne que comemos está alimentada a base de piensos sintéticos, asquerosos, residuos de podedumbre de aquello que no nos comemos, restos de animales muertos que devoran a sus congéneres y de la porquería más grande que se pueda encontrar. Para que engorden más se usan todo tipo de substancias, hormonas aberrantes de ingeniería animal, se les cambian los ciclos vitales y se les estresan. Famosos son los patos a los que introduce un tubo hasta el estómago por el que le introducen vete a saber qué cosas para que les engorde el hígado y así producir más paté. Pero hay mucho más que no se ve y que seguro que no conocemos. Muchas de las prácticas y de los productos son perfectamente legales, claro, como legal es el tabaco, los humos de las fábricas y los estados de sitio: que sea legal no quiere decir que sea sano. Ni desde el punto de vista nutricional, ni moral, ni mental ni espiritual. Así que antes de prohibir los toros se deberían prohibir muchas cosas, porque, al menos, el toro es el bicho más feliz (mientras le dura), que vive en campo abierto y pasta con sus congéneres.

Y que no me vengan con que los toros serán sólo el principio, y que luego vendrán más pasos en la lucha por los derechos de los animales. Los toros se van a prohibir por el ruido que hacen, porque se ven, porque salen en las noticias. Lo mismo me dijeron cuando la guerra de Irak "ya verás cómo esto es sólo el primer paso, luego protestaremos por todas las demás guerras". Y un cuerno. La gente sólo protesta por lo que se ve. Las miserias escondidas, ésas no les importa a nadie.

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