He estado en total 16 días en la India, que sumados a los 15 que estuve en Turquía hacen como un mes entero en Asia. Terzani se ha pasado 30 años.
Terzani es un personaje que nunca me gustó. Me parecía un egocéntrico, un megalómano enamorado de sí mismo y de su figura pública de viajero incansable y de gran periodista internacional. Nunca me gustó hasta que leí su penúltimo libro.
En su penúltimo libro ("Un altro giro di giostra", en español temo tremendamente que aún no haya sido traducido) cuenta la histora de su penúltimo viaje, no por Asia, ni por el mundo: sino el viaje hacia el interior del silencio de sí mismo.
Silencio de sí mismo que explora (sin darse cuenta) mientras se encamina en la busca de un remedio para un cáncer, el que se lo comía por dentro, por el que sufría, por el que terminó muriendo.
Una muerte que "no fue en vano", que fue el comienzo, el principio del final del megalómano, del gran periodista, del personaje, un viraje hacia sí mismo.
Viraje que le hizo terminar en una casa en un valle a los pies de las montañas más altas de la India, donde encontró la paz y la liberación de su ego y donde "traspasó", como dicen algunos, este mundo.
En ese libro, que ojalá tengáis la oportunidad de leer un día, dice algo que me sorprende. Dice que en Asia muchas niñas juegan a ser mayores vistiéndose como sus madres. Muchos diréis, "¿qué hay de nuevo?". "¿Eso es sorprendente?". "Pues anda que no hay niñas que se visten como sus...".
Lo sorprendente, al menos para nosotros, es que se visten de burka.
Dice Terzani en una entrevista: "La cuestión es preguntarse: ¿debemos ayudar a otros pueblos, que creemos oprimidos, a querer lo que nosotros queremos? Habría primero que darse cuenta que en el mundo hay hoy millones y millones de personas que no quieren ser como nosotros". Más adelante, continúa: "Acerca del burka es lo mismo. Estoy de acuerdo que es la expresión de un aspecto machista del Islam, pero es también una tradición de cientos de años. Existen grupos de mujeres afganas que resolverán el problema. Pero me pregunto nuevamente: ¿debemos ayudarlas a querer lo que queremos nosotros?".
No me gusta ver el burka, al menos en las ciudades que habito. Me parece raro, me choca, y creo que lo rechazo más por pudor inconsciente que por convencimiento intelectual. Creo -y de verdad que no estoy seguro de en lo que creo- que no está mal que se prohíba en las ciudades en que se ha prohibido. Pero me doy cuenta, y considero, que no soy o somos nadie para juzgar lo que deben hacer en otros sitios. He visto velos en Turquía (donde por cierto están prohibidos en los edificios públicos) que apenas dejaban ver los ojos, y me ha chocado. ¿Pero quién soy yo, o nosotros, para decir si eso está bien o está mal? ¿Habrán mujeres que lo considerarán la expresión máxima de la feminidad?
lunedì 14 giugno 2010
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