domenica 5 dicembre 2010

Masai

Dicen que los masai africanos pueden vivir más de 90 años... sin médicos ni medicinas, sin luz eléctrica ni tecnología, en casas hechas de barro y excrementos de animales, expuestos a la interperie y a los depredadores salvajes, y, además, sin comer carne ni beber agua:

http://www.elmundo.es/elmundosalud/documentos/2010/12/masai_soundslide/masai.html

sabato 4 dicembre 2010

APOYO A LOS CONTROLADORES AÉREOS

Pues yo sí que apoyo a los controladores. Y lo digo habiendo sufrido una huelga salvaje del personal de tierra de Barcelona, y sabiendo perfectamente lo que están pasando miles de personas atrapadas en los aeropuertos, como yo lo estuve hace 3 o 4 años. En ese caso, recuerdo, los trabajadores y sus representantes sindicales salieron de rositas, no les pasó nada.

Yo sí apoyo a los controladores. Basta ya del mangoneo de los políticos. Los controladores serán un colectivo ultrapagado y acomodado, pero para eso han aprobado unas oposiciones de las más difíciles que se pueden aprobar. No se puede permitir que un gobierno les rebaje el sueldo por las buenas, sin discusión y por decretazo. No se puede permitir que un gobierno apruebe la construcción de aeropuertos donde quizá no haga falta, aumentando los gastos de AENA y provocando el caos en las finanzas públicas.

Cuando se bajó el sueldo a los funcionarios -un 5%- fueron a una huelga general. Y luego tuvimos otra. Se dice que la bajada de los controladores roza el 30% -corregidme, por favor, si me equivoco- aunque me daría igual si fuera un 20%, un 15% o un 10%. ESO NO SE PUEDE PERMITIR.

España ha vivido en una burbuja continua, creada por especuladores, ricachones, banqueros y grandes directivos, que se han enriquecido así, especulando. Y los sucesivos gobiernos -primero el PP y luego el PSOE- no han hecho más que aplaudirles, reírles las gracias y ponerles una alfombra roja. Nadie ha pensado que estábamos creciendo por encima de lo normal, que estábamos viviendo más allá de nuestras posibilidades reales. El mangoneo de sindicatos, enchufados y amigotes se ha llevado por delante las arcas públicas, los fondos europeos y todos los dineros habidos y por haber. Nos han dado créditos que a duras penas podemos pagar. Nos han convencido de que España iba a crecer indefinidamente, que podíamos entrar en el G8, que habíamos superado a Italia, que íbamos a por Francia... Todo mentira.

Cuando la realidad nos explotó en la cara, el gobierno ¿qué hizo? Gastar y mirar para otro lado. Y la oposición, ¿qué hizo? Ladrar y mirar para otro lado. Las autonomías, ¿qué hicieron? Seguir engordando parlamentarios, consejeros, empresas públicas y gilipolleces lingüísticas y regionalistas. ¿Y los ayuntamientos? Empecinarse en sus proyectos nacidos de la megalomanía de alcaldes y concejales. Y mientras, mis amigos, al paro. Y los que no lo estamos, a partirnos el pecho por los restos que nos dejan.

Sí, es verdad, es una huelga ilegal. Pero ¿son acaso legales los piquetes "informativos" que coaccionan, sileconean cerraduras e incluso usan la violencia para impedir que se abran empresas durante las huelgas legales? ¿Son legales los incumplimientos de los servicios mínimos durante las huelgas legales? ¿Acaso fueron legales la gran cantidad de revoluciones -y esta, desde luego, no lo es- que han cambiado la historia? Y ya que hablamos de legalidad, ¿son lícitos los dineros que legalmente se llevan todos los enchufados, amigotes y peloteros de gobiernos, sindicatos, ayuntamientos y empresas públicas de turno? En Italia Berlusconi está legalmente en el poder, ¿eso significa que esté bien? A veces, muchas veces, la vía legal tiene que ser superada. Ojo, digo la vía legal, no hablo de violencia, que nadie se confunda.

Ojalá los demás aprendiéramos de ellos y montáramos un pitote, un caos tremendo, una revolución de verdad que acabara con esta bazofia de politicuchos, sindicalistas y vividores que nos gobiernan. Por desgracia, hace falta liarla parda para que te escuchen.

giovedì 18 novembre 2010

La salud

Hace unos días un amigo cooperante me envió un email. Os pongo aquí su contenido y lo que se me ocurrió al leerlo.

Su email:

SALUD

Definir la salud es algo tan dificil que solo se entiende bien cuando se pierde o cuando no se tiene.

Miles de personas en este planeta estan condenadas a entender perfectamente lo que significa, pues no tienen acceso a una Salud Publica de calidad.

Juan Luis Guerra, nos explica genialmente, lo que ocurre cuando un Estado o Gobierno no invierte lo que debiera en Salud Publica, y la cascada de despropositos sigue por todo el sistema sanitario.

Por favor, no creais que este video es broma, pues, en muchas partes del mundo, ocurre todos los dias...

http://www.youtube.com/watch?v=D5vzC39AW-c

Y si los Estados o Gobiernos no invierten en un derecho basico universal como este...?en que' invierten?

No existen paises pobres, lo que existen son paises empobrecidos.



Lo que le respondí:

El concepto moderno y occidental de salud se define como oposición al de enfermedad. Para la medicina occidental la salud es la ausencia de enfermedad, o, como dices, la salud sólo se entiende bien cuando se pierde o cuando no se tiene.

Siempre me ha sorprendido cómo las tradiciones médicas orientales definen la salud, no como ausencia de nada, sino como plenitud espiritual. Una persona puede estar enferma pero sentirse bien, de hecho, todos algún día enfermaremos de muerte, pero esto no tiene que implicar dejar de sentirnos bien.

Ya lo sé, suena a demagogia, a justificación de la injusticia, de la miseria y de la carencia de "servicios básicos", pero te aseguro que no lo es. Creo que los occidentales tenemos una mentalidad tan altiva que no vemos más allá de lo que estamos acostumbrados a ver. He visto en varios países lo que llamamos pobreza y lo que me he encontrado es, simplemente, otra cultura, he visto lo que llamamos miseria y me he dado cuenta de que no es más que otra forma de ser, tan válida como la nuestra. He visto gente que no tiene nada, que no tiene para comer, cuya letrina es la calle y que camina encorvada con la ayuda de una vara de madera y me han saludado y sonreído y deseado que Dios me bendiga sin conocerme de nada. ¿Quién está más enfermo, ese pobre de la India que sonríe sin tener nada o los millones de supuestamente sanos occidentales que me cruzo por la calle y que ni me saludan, ni me sonríen, ni se paran a desearme nada?

Todo esto me ha hecho pensar en la cooperacón, porque hace ya un tiempo que creo que, tal como hoy se concibe, detrás de todo lo bueno tiene una cara oculta que significa exportar una forma de pensar -la nuestra, la moderna y occidental- que desde luego muy poco bien ha hecho al mundo. Creo que con cada proyecto de cooperación el mundo da un paso más hacia la moderna soledad, hacia la longeva tristeza, hacia el vacío espiritual que no es otra cosa que el no encontrar sentido a una vida llena de cosas pero en el fondo colma de nada.

No digo con esto que no quiera que se haga más cooperación. Pero sí creo que en ella, tal y como se hace actualmente, hay siempre un complejo de superioridad manifiesta que lleva a "los pobres" una mentalidad clara: que con el desarrollo material el mundo será un mejor sitio. Y esto es una mentira. El único mejor sitio está en nuestros corazones. Si no los limpiamos antes, toda la cooperación que hagamos estará manchada con lo que ellos tengan.

giovedì 28 ottobre 2010

Tientas y compras y tiendas y más compras

Creo que es la tercera vez que visito el aeropuerto de Heathrow en más o menos un año, y esta vez, os lo digo en serio, me he quedado con la boca abierta. Será porque estaba aburrido, pero no me esperaba que hubiera comercio tan refinados, exclusivos y sofisticados. Y, sinceramente, no me parecen tan caros.

A los starbucks, café nero y franquicias de siempre, que se basan en bebidas rápidas, magdalenas, bollería pesada, bocadillos de pollo y atún y una decena de platos preconfeccionados de los de calienta-come-y-sal-por-patas, se han unido una pléyade de restaurantes, steak houses, sushi lounges y wine bars que ofrecen una selección de platos y una variedad de bebidas de ésas que antes uno se imaginaba que eran para personas con clase. Que el populacho, antes, con chorizo, pan y coca-cola se ponía que hasta daba las gracias. Ostras, pescado crudo, carne de búfalo o vaca argentina, quesos del mundo, vinos franceses y platos a la trufa auténtica inundan ahra el paladar que espera.

Y si te aburres, las tiendas. De souvenirs ya sólo queda Harrod's, que es como un corte inglés de baratijas caras, y una horterada que se llama Old Style que lo que venden son “productos típicos” (manteles, cojines, bolígrafos y pamplinería) cuya tipicidad está en que tienen la Union Jack estampada, los 3 colores, vamos, la bandera británica. Ahora la gente que viaja compra y regala prestigio. Tiffany, Cartier, Burberry y su pariente (imagino) Mulberry, Hermes, Bulgari, Chanel, YvesSaintLorent y Gucci. Y muchos más que no conozco. Por supuesto, también hay mac, y he de decir que no son caros. De hecho, son más baratos, que para eso es precio aeropuerto.

Pero lo que me gusta ver son los whiskeys. Empiezo en la zona pobre, que no es el Loch Castle no, nada de eso, son los del botellón caro, los Ballantines, Jameson, Jack Daniels o Deward's, a 12 pounds, 14, 20. Aparecen ofertas, 2 Chivas Regal por 39 libras, casi dan ganas de alargar la mano y sacar la tarjeta. Seguimos subiendo, marcas que no conozco, no me digáis que las diga, 35, 47, 50 pounds. Empezamos a los imposibles, 100, 200, 350. Veo uno que cuesta 400 libras y me parece que va a ser el último. Me equivoco. Una botella preciosa, enmarcada en una caja increíble cuesta algo así como 1.250 libras. Pero ahí no se queda la cosa, aún nos queda el plato fuerte. Permitidme que me ponga serio:

The John Walker. Sí, The John Walker, no, no es Johny Walker, no es el red label, ni el green label, ni el blue label, que también existen, éste se llama The John Walker. La botella no os la imagináis, es de una forma imposible, no es redonda, ni cuadrada, ni rectangular ni poliédrca. Es todo eso a la vez. La caja, acorde al suceso, tiene pinta de madera buena, lacrada, brillante, pulida.

Dejo para el final el precio. El precio. El precio.

El precio son 2.000 libras. 2.000 libras. 2.000 libras. Al cambio son 2.291 euros. Lo que cobra media España en dos meses de trabajo.

Bueno, algún día podré. Me voy a comprarme un capricho, Bombay Safire, 14,95, botella de litro, que está en oferta. Y yo que pensaba que era una cosa cara...

PD: No, no me la pude comprar. Era una oferta para los que viajan más allá de la UE. Para los de aquí hay que pagar el VAT, vamos, el IVA. Al final no era barato.


sabato 9 ottobre 2010

English societies

Hace unos días aquí en la University of Durham se celebró el "Induction Day", o lo que es lo mismo, el día de presenación para los nuevos de la universidad. Básicamente consiste en que los grupos de aquí que hacen cosas ponen una mesita en la que explican las cosas que hacen, de forma que los recién llegados reciben información y, si así lo estiman, se apuntan a las actividades.

Todas las actividades están regentadas por los alumnos, son ellos quienes crean los grupos y ellos mismos los que se los gestionan, lo mismo que se hace en Sevilla en aquellas aulas de cultura. La diferencia radica en que en España, que yo recuerde, si llegábamos a 10 0 15 grupos de actividades igual estábamos de suerte, pero aquí son muchísimas más.

Imaginad un edificio entero, lleno, sus 5 plantas, de gente, mesas, carteles, reclamando la atención. 5 plantas de actividades, de grupos, o de "societies", como aquí las llaman, algunas realmente pintorescas. No exagero si digo que podrían haber unas 100, y he aquí las que recuerdo:

Sociedad de alpinismo, sociedad de canoa, sociedad de comedia e improvisación, sociedad medieval, sociedad de cine, sociedad de científicos cristianos, sociedad de "slow food", sociedad de ajedrez, sociedad de un juego de estrategia chino que se llama "go", sociedad de póker, sociedad de bridge, sociedad de computación, que es en realidad de juegos de ordenador, sociedad de percusión africana, sociedad de canto africano, sociedad de paracaidistas, club de quesos, club de vinos, sociedad de ópera, sociedad del rock duro, sociedad de animadoras, sociedad de yoga, sociedad de meditación, sociedad de baile latino, sociedad de bailes de salón, sociedad de danza moderna, sociedad de danza del vientre, sociedad de baladas, sociedad de instrumentos de viento, sociedad de pintura, sociedad de política y economía, sociedad de claqué, sociedad astronómica, sociedades de muchos países, sobre todo orientales (Japón, Corea, China,...), sociedades de idiomas (español, francés, alemán, chino, japonés, coreano, portugués...), sociedad de friquis, es decir, sociedad de "ciencia ficción y fantasía", sociedad de tenis, sociedad de ¡hockey bajo el agua!, e, incluso, una sociedad del whiskey, con sus botellas al aire.

A mí estas dos últimas son las que más sorprendieron. La primera, por lo raro, porque nunca lo había escuchado, y la segunda porque, en fin, no imagino yo una universidad española permitiendo un club de whiskey. Con la de borrachos que hay entre los estudiantes, y con la de prejuicios y de políticamente correctezas que hay que tragarse, la verdad, no me lo imagino.

Pero lo más sorprendente es que aquí parece que todos están "envolved" en más de una cosa. Definitivamente, para bien, o para mal, o incluso para regular, este país es distinto.

martedì 5 ottobre 2010

¡Nunca vayas a Durham!

Miras en un mapa y dices "vale, no está tan lejos, cojo un avión en Sevilla, llego a londres tras 2 horas, luego un par de metros, llego a la estación de King Cross, allí espero a Elena y un tren nos lleva hasta Durham". Hay tiempo más que de sobra.

Vale. Vas al aeropuerto. La cola es larga pero va rápido. Dejas las maletas, te dan los billetes, pasas el control de seguridad, todo tranquilo. Te sientas, te comes los bocadillos, vagueas por un par de tiendas, vas a la puerta de embarque. Te sientas. Pasa media hora, bueno, hay cierto retraso. Pasa otra media. "Vaya, nada se mueve". Miras el panel de al lado y dice eso, que hay retraso. "Bueno, no pasa nada, total, estoy acostumbrado". Media hora más y te aburres de escribir en el ordenador y de mirar a la gente las caras. Empiezas a impacientarte, aún más cuando ves que la gente se comienza a poner nerviosa, se levanta, habla en voz alta, algunos intentan salir. Se empiezan a escuchar rumores, vienen unos policías, "retraso de al menos 3 horas". "Al menos" te van y dicen. Tensión.

Haces un cálculo rápido. "Si salimos en tres horas, llegamos a londres en 5, luego el metro, esto, lo otro. ¡Horror! Pierdo el tren".

Sales de la zona de embarque. Te acercas a la ventanilla. Hay algunos como tú que piden más información. Mientras esperas la cola repasas los cálculos rápidos, nada, es que no hay forma, el tren lo pierdes seguro, las matemáticas no fallan. Preguntas, reclamas, "sí, le podemos cambiar el billete o devolverle el importe". "Gracias, ahora lo pienso", menos mal que son amables. Intentas llamar a Elena, 2 euros que pierdes en la cabina. La llamas directamente desde el móvil, una, dos, tres veces, a la cuarta por fin contesta. "¿Qué es lo que pasa?". "Esto y lo otro". Ea, nerviosidad. A ver qué es lo que se hace.

Llamas a uno, llamas a otro, nadie te puede ayudar. Necesitas alguien rápido, que tenga internet ahora, que sea hábil buscando, y nadie está disponible. "¿Qué hago? ¿Sevilla-Liverpool-Durham? ¿Sevilla-Edimbourg-Durham? ¿Ryanair, Air Europa, Vueling? ¿Salgo hoy, salgo mañana?" Ysa responde, pero es de poca ayuda, no por ella sino porque no hay mucho en que me pueda ayudar. Al final tomas una decisión, sales mañana, Elena cambiará el tren. Vuelta a casa.

Día siguiente, se repite la misma coreografía. Aeropuerto, cola, maletas, control de seguridad, bocadillos, paseo por tiendas, zona de embarque, espera. Pasa media hora y nada. Por fin llega pero, vaya, otra vez tenemos retraso, aunque esta vez, mucho menos. Entramos en el avión y ¡anda! ¡Qué dos sorpresas! Una, Silvia de azafata, otra, Manolo Jiménez. Nervioso, tenso, con dos tíos enchaquetados y una rubia de bote al lado. Seguro que se cuece algo. Zarpas, vuelas, duermes, te despiertas, te invita Silvia a unos snacks, a un agua con limón y gas y a que pases a un mejor asiento. Vuelas, vuelas, aterrizas, adiós mua mua "que te lo pases muy bien ya nos contarás". Llegas al metro, preguntas, "máximo una hora y media", vale, Elena, voy a recogerte al albergue así te ayudo con las maletas, total, hay tiempo de sobra, recuerda, "máximo una hora y media" para llegar a destino, y para el tren faltan aún casi 3 horas.

Subes al metro, va lento. Es sádado noche y hay gente. Sales del metro y vas lento, porque las maletas pesan. Te haces un pequeño lío del que sales en seguida, llegas al otro metro. Va lento, esto se está retrasando, menos mal que hay tiempo de sobra. Oyes algo de que hay obras, bueno da igual, hay tiempo. Llegas al último metro y lees "25 minutos" y tú que creías que estabas a punto de llegar. "Bueno, vamos a ver, estamos ya un poco justos pero aún estamos a tiempo. Don't panic at all!". Sigue lento, mucho más de lo que debería. En una parada en vez de los 2 minutos de rigor estás 10. Elena manda un mensaje "¿dónde estás? Se hace tarde". "Me faltan sólo 2 paradas" respondes "deberían ser sólo 5 minutos". "Si salimos", piensas, aunque te lo callas. Llego a destino y busco a Elena. "El taxi no llega" te dice nerviosa "debería haber llegado hace 15 minutos". Miras el reloj, faltan 45 minutos. Menos mal que la estación está cerca.

Llega el taxi y os subís, el chófer es un africano negro. Va muy lento porque hay tráfico "es que es sábado noche". "Ya lo sé" piensas "pero ¿no decían que era muy cerca?". Coches, calles, más coches. Coches y calles y coches, semáforos que pasan al rojo, coches, calles y más coches. Quedan como 15 minutos. "¿Queda mucho?" pregunta Elena "no me pongáis nervioso, estoy haciendo lo que puedo" responde el taxista.

Llegamos a la estación, salimos corriendo. Quedan apenas minutos. "¿Dónde es el andén?" "yo qué sé". Preguntas, nadie lo sabe. "Perdón, ¿el andén para Durham?". "Y yo qué sé" dice la gente. ¿Cómo que nadie lo sabe? "¿Pero dónde nos hemos metido?" Buscáis, corréis, preguntáis. Nada, es imposible. Queda menos de un minuto, rezas para que tenga retraso. Miras en las pantallas y nada, aquí no pone nada de Durham. Buscas, corres preguntas, nada. Ya ha pasado la hora. "¿Dónde está el maldito andén?" Preguntas en información, pero, claro, no saben nada. "¿Me deja ver los billetes?", "claro, aquí los tiene", "pero este tren sale de King Cross", "¿y me dice dónde estamos?", "esto es St Panceas Station", "¿y me dice dónde es King Cross?", "justo en la acera de enfrente". Ea, ya la habéis liado.

Estación de King Cross (esta vez sí). Os cambian los billetes, salís mañana temprano. Vale, qué se hace ahora. Posiblilidades: buscar un albergue barato, buscar un hotel que esté cerca, buscar un hotel más caro... o dormir en la estación. "Buscar un albergue barato".

Llamas, preguntas, nada, todos ocupados. Segunda opción, hotel en la zona. Nada, todos ocupados. Tercera opción, un hotel un poco más caro. Mira, hay uno que no está mal, 116 libras, y está sobre una línea de metro, al lado de Waterloo. "Venga, vamos".

El metro es el mismo, sí, pero hay que cambiar de rama, o sea, cambiar de tren. O sea, entrar en uno, viajar un trozo, salir, caminar un rato, subir escaleras, bajar escaleras, volver a subir y a bajar, seguir caminando, encontrar la vía y esperar. Todo esto con 6 maletas y dos personas cansadas. Por fin llegamos al destino. Llueve como hacía meses que no veías llover. Buscas la calle del hotel, está cerca, sí, pero para bajar a la calle hay unas escaleras como de dos pisos de alto y la lluvia parece infinita. Con 6 maletas. "Mira, hay otro camino sin escaleras, aunque es un poco más largo, venga, vamos, lo cogemos". Venga, tiráis de las 6 maletas, os equivocáis dos veces, por fin llegáis, más escaleras. Entráis en el hotel exhaustos, pero al menos esta noche podéis dormir a cubierto.

Día siguiente, 5 horas de sueño. Esta vez decidís coger un taxi y hacerlo con muuuuucha antelación. Vale, todo perfecto, llegáis a la estación sin problemas. Sí, es King Cross, St Pancras es la de al lado. Buscáis el tren, os sentáis, desayunáis algo. Pero, no, otro problema. "Retraso" dice un cartel "esperen en la cola B". Ea, de pie otro rato. Más personas que en la guerra, todas en la misma cola. Media hora, una hora. La cola por fin se mueve. "Siéntense en donde quieran, el tren no tiene puestos reservados, disculpen las molestias, el tren que tenía que ser ha tenido unos problemas". Venga, por fin sentados, pero qué pasa, ¿no sale? Media hora, otra media. Una hora más esperando. "Discúlpenos las molestas pero hay que cambiar de tren". Os miráis, pero ¿es posible? ¿No era éste el país de la puntualidad, de la perfección, del todo en hora y a punto, en el que nunca hay problemas... Otra vez arrastrar 6 maletas, bajar del tren, andar, subir, ponerlas en un sitio para que no se muevan, sentarte...



Bueno, ésta es la historia. De cómo un supuesto viaje que iba a durar pocas horas se convirtió en una odisea que duró casi 3 días. Al final, sí, llegamos a Durham, cansados, hambrientos, molidos, mojados hasta las trancas y realmente destrozados. Hasta los no quiero decir dónde de Inglaterra, los ingleses y su famosa (in)puntualidad. Hasta el gorro de aviones, trenes, metros, lluvia, hoteles, escaleras... y sobre todo maletas. Pero aquí estamos, sanos, salvos y coleando.

Ea, buenas noches, hasta la próxima. Que será más descansada.

venerdì 27 agosto 2010

La observación

Atrapados en la vorágine de pensamientos, de ideas y de juicios que surgen cotidianamente del interior de nuestra mente, no nos damos cuenta de que nosotros podemos influir, modificar y hasta cambiar completamente todo aquello que pensamos. La mente y sus vaivenes suele ser libre de pensar lo que le parezca, creando mundos de pensamientos, fantásticos e irreales en muchos casos, distorsionando la realidad en muchos otros. Pero existe una forma consciente de alterar ese caos ordinario y convertirlo en algo distinto: el poder de la observación.

Observar atentamente una cosa, un objeto, un pensamiento, una imagen, un sonido, hace que se detenga el flujo de pensamientos. Cuando observamos completamente y de forma perfectamente consciente, la mente, de pronto, deja de pensar. Esto no es retórica filosófica, esto es un hecho científico, en el sentido que cualquier persona puede comprobarlo consigo mismo en cualquier momento. Para ello basta observar.

Lo que ocurre es que esa pausa mental es solamente momentánea. A veces dura menos de un segundo. Observas un objeto y, antes de darte cuenta, has dejado de observarlo, tu consciencia que estaba en el objeto ha vuelto a perderse en la miríada de pensamientos. La única forma de volver de nuevo a observar aquello que observas es recurrir a la capacidad más dura que tiene la consciencia: la fuerza de voluntad. Sólo la voluntad es capaz de devolver el control de lo que se está observando, sólo la tenacidad consigue que permanezcas concentrado en una cosa más que unos pocos instantes. Y es difícil, por supuesto, pero este par observación atenta y fuerza de voluntad son capaces de transformar lo que piensas. Y con ello transformar tu vida.

martedì 24 agosto 2010

Experiencias con la mente

Cotidianamente, el ser humano está dominado por aquello que piensa. Vive en el mundo de sus pensamientos, dejándose llevar por el torrente de ideas que surgen de su propia mente. Creemos que somos lo que pensamos, y pensamos aquello que somos.

Pero esto no es real. Creer ser lo que se piensa es sólo una ilusión, es irreal, y ocurre por ignorancia, porque nadie nos ha enseñado que es posible identificarse con algo distinto a en lo que se piensa.

Hay gente que dice que esto es sólo teoría, palabrería, "filosofía" y nada más. Frases que suenan muy bien pero que poco o nada tienen que ver con la realidad experimental y cotidiana. Sin embargo, esta es la ciencia más pura, y se puede demostrar.

Haz un experimento. Siéntate en un sitio tranquilo, cierra los ojos y, simplemente, escucha. Escucha todo lo que suene, en la habitación, o fuera, o dentro, dentro de tu propio cuerpo. Siente el corazón y las manos, siente la nariz respirando, siente los pulmones que se abren y se cierran. Siente los ruidos de la gente, algún pájaro que canta, un coche, las tuberías. Siempre hay sonidos y sensaciones, concéntrate en ellas. Y acuérdate de lo que estás pensando. Pruébalo, a ver qué ocurre.

Y si te apetece, luego lo comentas.

domenica 22 agosto 2010

El velo de maya

Cuentan que estaba el buda sentado con sus discípulos. Todos los días se reunían para escuchar sus enseñanzas, pero ese día se limitó a arrancar una flor y mostrársela. En el silencio que siguió a ese gesto, cada uno de ellos intentó entender qué es lo que podía significar. Uno pensó que simbolizaba la belleza de la naturaleza, por lo que compuso un poema sobre las maravillas de la tierra. Otro creyó que lo que quería era desentrañar aquello que se ocultaba en la flor, por lo que la abrió y se dedicó a estudiar una de sus partes. Así se fueron sucediendo las interpretaciones en la que cada uno creyó ver una cosa distinta. Sin embargo, el último, un monje llamado Mahakashyapa, cuando vio la flor, se limitó a sonreír. Por supuesto sólo él había entendido la enseñanza, y tanto es así -pues esta historia es real, o más o menos- que se convirtió en el sucesor y primer patriarca del budismo.

Esta historia recoge la esencia más fundamental del budismo, y, en realidad, de todas esas cosas que llaman las filosofías orientales. Porque todas ellas buscan básicamente una misma cosa: quitar el velo que cubre las puertas de la percepción de la realidad.

Imagina que ves una flor. Al principio verás la flor, pero al cabo de algunos segundos tu mente empezará a pensar. Querrás saber qué flor es, qué especie o de qué tipo, querrás saber a qué huele, observarás cómo es por dentro, si tiene algún defecto o algo particularmente bonito. Te vendrán a la mente recuerdos, otras flores que has visto iguales, el lugar donde las viste, las personas con las que estabas, la situación, el momento. Verás cientos de imágenes y pensamientos, todos menos la flor que estás viendo. Y lo más curioso de todo es que ni siquiera te darás cuenta de todo ello.

En oriente lo llaman "el velo de maya", la cortina que nubla la vista y distorsiona la realidad. La realidad, lo que realmente es, no la percibimos nunca. Todo pasa a través del filtro de la mente, y una vez filtradas, las cosas son distintas a como en realidad son.

Esta deformación de lo real provoca la inmensa mayoría de los conflictos personales y entre las personas. La mente está siempre intranquila y en continuo combate. Su naturaleza esencial es la de buscar problemas, porque para eso ha sido creada. Al filtrar las cosas a través de una mente agitada las cosas nos parecen problemáticas. Las palabras que escuchamos nos resultan hirientes porque la mente está herida, los sucesos cotidianos nos irritan porque la mente está irritada. La realidad nunca es buena o mala ni fea ni bonita, es la mente la que juzga y convierte una cosa en positiva o negativa.

Por eso el trabajo crucial de la espiritualidad oriental consiste precisamente en eso, en limpiar la mente de sus propias tensiones. Una vez hecho esto, la vida cambia radicalmente. Absolutamente todas las prácticas y ejercicios de las "filosofías" orientales buscan elevar el nivel de consciencia, ser conscientes de las cosas así como son, o, lo que es lo mismo, bajar el nivel de tensión mental y reducir la dependencia del ser humano respecto de los vaivenes de su propia mente. Que no quiere decir dejar de pensar o poner la mente en blanco, sino percibir la luz que se esconde detrás de los remolinos del caótico y errático pensamiento cotidiano.

martedì 27 luglio 2010

Prohibir los toros

Que quede claro desde el principio: los toros no me gustan.

Lo repito para que quede claro: no, no me gustan los toros.

Ahora explico por qué. Me parecen un rollo, me aburren, no veo el arte, reconozco el valor del torero, la pericia de acercarse y salir ileso, el riesgo del banderillero, el colorido, la música, eso que llaman "la fiesta"... pero aun asi no me gustan.
Además son seres vivos. Que lo maten es lo de menos, ¿cuantas vacas nos comemos? ¿Cuantos cerdos, cuantos pollos? ¿Cuántos animales mueren? Lo que me repugna es la forma, eso de quitarles el resuello, sacarles la sangre, dejarlos tontos, meterles una lanza y unos pinchos de sierra, clavarles una espada y observar cómo cae, cómo se inclina, cómo saca la lengua y grita, se estremece, le duele, me paree increíble que una orgía de sangre y muerte pueda ser vista sin que a nadie se le caiga el alma, sin que nadie lo rechace. Y luego van y aplauden.

Bueno. Dicho queda. Ahora bien, me parece una vergüenza, una calumnia, una infamia, una aberración de esa racionalidad, esa sensibilidad o esa humanidad que pretenden enarbolar o esgrimir como justificación los que defienden esa estupidez de prohibir los toros en Cataluña.

Los que lo pretenden por ser una fiesta española se definen ellos solos: son la culminación del odio, del racismo, del pueblerismo esquizofrénico. Cataluña será o no España según a quién se lo pregunte, pero criticar una cosa por ser de aquí o de allí es de lo peor que se puede hacer. Seguro que no dejan de comer chorizo extremeño, jamón de Huelva o marisco de Galicia, seguro que a más de uno le gusta la rumba -que no es catalana, ni andaluza, ni española ni cubana sino de todos esos sitios y encima nació en África- y les apasiona el Madrid-Barça.

Y si el argumento que esgrimen es el de la defensa de los animales, me parece casi peor. Porque los toros se ven, pero la auténtica tragedia, el holocausto animal no es el que sucede en las plazas, ni en las peleas de perros, ni en las de gallos. La barbaridad más obscena sucede detrás de nuestras casas, a escondidas, en miles y miles de granjas. En ellas malviven gallinas enjauladas en un espacio que apenas les da para respirar. Les cortan las patas y picos para que no se hagan daño, les ponen más horas de luz para que se estresen y den más huevos, les prohíben todo movimiento y la más mínima libertad y felicidad y les dan de comer lo peor que se pueda pensar. Los huevos que comiste ayer en esa tortilla, en ese revuelto o en esa ensalada, en esa mayonesa tan rica que hiciste con vinagre y perejil son una semilla viviente de sufrimiento.
La carne que comemos está alimentada a base de piensos sintéticos, asquerosos, residuos de podedumbre de aquello que no nos comemos, restos de animales muertos que devoran a sus congéneres y de la porquería más grande que se pueda encontrar. Para que engorden más se usan todo tipo de substancias, hormonas aberrantes de ingeniería animal, se les cambian los ciclos vitales y se les estresan. Famosos son los patos a los que introduce un tubo hasta el estómago por el que le introducen vete a saber qué cosas para que les engorde el hígado y así producir más paté. Pero hay mucho más que no se ve y que seguro que no conocemos. Muchas de las prácticas y de los productos son perfectamente legales, claro, como legal es el tabaco, los humos de las fábricas y los estados de sitio: que sea legal no quiere decir que sea sano. Ni desde el punto de vista nutricional, ni moral, ni mental ni espiritual. Así que antes de prohibir los toros se deberían prohibir muchas cosas, porque, al menos, el toro es el bicho más feliz (mientras le dura), que vive en campo abierto y pasta con sus congéneres.

Y que no me vengan con que los toros serán sólo el principio, y que luego vendrán más pasos en la lucha por los derechos de los animales. Los toros se van a prohibir por el ruido que hacen, porque se ven, porque salen en las noticias. Lo mismo me dijeron cuando la guerra de Irak "ya verás cómo esto es sólo el primer paso, luego protestaremos por todas las demás guerras". Y un cuerno. La gente sólo protesta por lo que se ve. Las miserias escondidas, ésas no les importa a nadie.

lunedì 14 giugno 2010

Terzani y el burka

He estado en total 16 días en la India, que sumados a los 15 que estuve en Turquía hacen como un mes entero en Asia. Terzani se ha pasado 30 años.
Terzani es un personaje que nunca me gustó. Me parecía un egocéntrico, un megalómano enamorado de sí mismo y de su figura pública de viajero incansable y de gran periodista internacional. Nunca me gustó hasta que leí su penúltimo libro.
En su penúltimo libro ("Un altro giro di giostra", en español temo tremendamente que aún no haya sido traducido) cuenta la histora de su penúltimo viaje, no por Asia, ni por el mundo: sino el viaje hacia el interior del silencio de sí mismo.
Silencio de sí mismo que explora (sin darse cuenta) mientras se encamina en la busca de un remedio para un cáncer, el que se lo comía por dentro, por el que sufría, por el que terminó muriendo.
Una muerte que "no fue en vano", que fue el comienzo, el principio del final del megalómano, del gran periodista, del personaje, un viraje hacia sí mismo.
Viraje que le hizo terminar en una casa en un valle a los pies de las montañas más altas de la India, donde encontró la paz y la liberación de su ego y donde "traspasó", como dicen algunos, este mundo.

En ese libro, que ojalá tengáis la oportunidad de leer un día, dice algo que me sorprende. Dice que en Asia muchas niñas juegan a ser mayores vistiéndose como sus madres. Muchos diréis, "¿qué hay de nuevo?". "¿Eso es sorprendente?". "Pues anda que no hay niñas que se visten como sus...".
Lo sorprendente, al menos para nosotros, es que se visten de burka.

Dice Terzani en una entrevista: "La cuestión es preguntarse: ¿debemos ayudar a otros pueblos, que creemos oprimidos, a querer lo que nosotros queremos? Habría primero que darse cuenta que en el mundo hay hoy millones y millones de personas que no quieren ser como nosotros". Más adelante, continúa: "Acerca del burka es lo mismo. Estoy de acuerdo que es la expresión de un aspecto machista del Islam, pero es también una tradición de cientos de años. Existen grupos de mujeres afganas que resolverán el problema. Pero me pregunto nuevamente: ¿debemos ayudarlas a querer lo que queremos nosotros?".

No me gusta ver el burka, al menos en las ciudades que habito. Me parece raro, me choca, y creo que lo rechazo más por pudor inconsciente que por convencimiento intelectual. Creo -y de verdad que no estoy seguro de en lo que creo- que no está mal que se prohíba en las ciudades en que se ha prohibido. Pero me doy cuenta, y considero, que no soy o somos nadie para juzgar lo que deben hacer en otros sitios. He visto velos en Turquía (donde por cierto están prohibidos en los edificios públicos) que apenas dejaban ver los ojos, y me ha chocado. ¿Pero quién soy yo, o nosotros, para decir si eso está bien o está mal? ¿Habrán mujeres que lo considerarán la expresión máxima de la feminidad?

martedì 11 maggio 2010

La verja que divide el mundo es pequeña y oxidada. Está pintada de negro pero el óxido se ve y se escucha. Se ve en las zonas de óxido y se oye cuando chirrían las bisagras.

La verja que divide el mundo lo divide en dos partes. A mi espalda está el mundo, y justo delante está el ashram. Sé que la división no existe, que verja y ashram están en el mundo, que no es más que una entelequia, pero para mí cruzar la verja y caminar por el ashram es como dejar la India y aparecer en otro mundo.

Llegué hasta allí luego de despertarme temprano, tan temprano era que apenas me acuerdo. Entre nubes recuerdo que estaba cansado, el despertador me suena y me siento en la cama y me cuesta decidir si venir o quedarme dormido.

Decidí venir, eso está claro. Me levanté, me duché en el enorme baño de mármol blanco, desayuné agua fresca y me monté en la moto. Las primeras calles, más bien callejuelas, fueron complicadas, no por el tráfico o los peligros sino por el empedrado, que en otra vida fue asfalto, todo saltado con piedras y arena y baches y resaltes. No es peligroso, mamá, no se pasa de veinte, además con los perros que duermen pegados al asfalto hay que tener cuidado que no quiero hacerles daño. Luego vienen avenidas, en Bhubaneswar hay como diez o doce, carreteras con cuatro o seis carriles con mediana en medio sobre la que hoy, mira qué chulo, duermen las vacas. Las nubes como cada mañana ya han cubierto la ciudad y no descargarán lluvia.

Mi avenida favorita se llama Sachivalaya Marg. No tiene nada especial, es como las demás, pero me gusta a esta hora, con la ciudad durmiendo, calles vacías, sólo algún coche, una o dos personas que caminan o hacen footing, un par de bicicletas, un de rebaño de perros, una vaca ya despierta, casas bajas, vegetación fresca. El aire me pega en la cara a esta velocidad -como cuarenta por hora-, consigue que me despierte, la mente se aclara, los sentidos se desperezan.

Llego a la verja y la abro y el tacto del hierro es frío. Son casi las 5:30, la madrugada quiere dormir y empieza a despertar el día. El patio de entrada es tranquilo, antiguo y austero, en eso se parece al resto de India, pero a diferencia de la mayoría de las casas y los edificios que hay en el resto de la ciudad, este lugar tiene apariencia limpia, cuidada y ordenada. No se puede decir que sea bonito, pero tampoco lo llamaría feo: a la izquierda un templo detrás de unas rejas, allí los swamis realizan sus pujas, a la derecha algunas plantas, justo enfrente dos escalones, un par de puertas abiertas, un “hall” de entrada y una figura menuda, vestida de naranja, con una túnica vieja enrollada al cuerpo, cabeza rapada, ojos estrábicos, aspecto anciano. Me quito las sandalias y las dejo en el suelo al pie de los escalones, al lado de muchas otras sandalias. Entro en la puerta y me saluda el swami inclinando la cabeza de forma nerviosa. Es un tipo simpático, humilde y gracioso, aunque no me habla mucho. Creo que se cree que no sabe inglés pero las pocas veces que se atreve lo entiendo mejor que a los otros. Es como el segundo de a bordo, no parece muy listo, le falta ese grandioso gesto, ese apariencia seria, la gravedad solemne, esa sensación de respeto que imprime el primero, el otro monje, el que parece importante. De hecho al principio me parecía un poco tonto pero con el tiempo su sencillez me ha calado.

Le digo si puedo y antes de terminar la frase me indica que entre. El “hall”, como todo, es viejo y austero, un semicírculo de paredes grises que antes eran blancas con puertas de madera en los laterales, y unas mosquiteras altas, dos mayas de hierro trenzado que se abren como dos puertas y que dividen el “hall” y la gran sala.

La sala es de verdad muy grande, no sabría decir cuánto pero tendrá al menos quince pasos por otros diez de ancho. Unos ventanales enormes se ven en los laterales, y por alguna magia que no entiendo la luz que dejan pasar es tenue, tanto que aunque ya haya claridad en el exterior la sala permanece en penumbra. De unos armarios en la pared cojo una manta y la pongo en el suelo. Me siento sobre ella y observo el silencio, la serenidad, la concentración que se respira. Seremos como unas veinte personas, probablemente más, todos sentados sobre sendas mantas, las espaldas rectas, las piernas dobladas, las manos sobre las rodillas, las cabezas ligeramente inclinadas hacia adelante. Me sorprende observar, aún después de una semana, que los indios hacen yoga con sus trajes normales, las mujeres con sari, los hombres con pantalón y camisa, alguno con camiseta. Al fondo un maestro vestido de chándal europeo dice unas frases que apenas entiendo, el inglés de la India, el eco del micrófono y de la habitación, mi posición, que estoy último, y probablemente el atolondramiento de ser tan temprano. Casi no se escucha nada, apenas un murmullo formado por la respiración de las ventipico personas y los susurros en inglés del maestro, que está en un estrado, como medio metro en alto sobre nosotros. Justo detrás casi no se distingue una figura humanoide, una especie de marciano blanco pegado al muro, una estatua que representa a un hombre sentado en el loto con los siete chakras señalados, una escultura muy simple pero llena de armonía, y justo en el pecho, o quizá en la barriga, la única luz encendida de todo el ashram, una vela.

Aparece el gran swami y la sala se estremece un poco. Los que piensen que el yoga es de los delgados, de las figuras esbeltas, de renunciantes menudos que comen poco y no engordan deberían ver al jefe del ashram, un tío enorme, de altura y de anchura, con brazos como troncos y piernas como columnas, a la vez musculoso y fofo. Completamente calvo, con una expresión seria, con su atuendo naranja (símbolo de la renuncia, del fuego que quema las cosas), parece una versión inmensa y de talante serio del pequeño monje que me saludó a la entrada, un alter ego al contrario que impresiona con su presencia, con su parsimonia, con su caminada lenta, segura, imponente, que parece detener el tiempo. Se sube al estrado y el maestro parece un ratoncito al lado de un elefante, aún más cuando se arrodilla para tocarle los pies y el monje le toca la cabeza con las manos en un símbolo de respeto que en occidente podría causar risa o alarma pero al que aquí no se le da mucha importancia.

La llegada del swami no perturba nada, todo sigue como antes, hacemos los ejercicios, de pie, sentados, tumbados, y en las explicaciones y pausas observo que el gran personaje mueve los brazos en círculo, estira los pies y rodillas, mueve los hombros y el cuello. Movimientos sencillos de fácil factura que cualquiera puede hacer pero que hechos por él se convierten en lecciones de un yoga profundo que se pierde en el tiempo: un swami no enseña con la palabra ni con el ejemplo sino con la sola presencia, y os aseguro que he aprendido más observando al swami que preguntando o leyendo. El monje no parece hacer nada pero cuando me fijo el maestro le pregunta al swami. Le habla naturalmente, sin distancias, no es un superior prepotente, es simplemente un amigo, un amigo potente al que guardar un respeto.

La clase dura una hora aunque el tiempo no pasa. Cuando termina devuelvo la manta a donde estaba y salgo por donde he venido. El monje pequeño y estrábico apenas se despide, no os creáis que por timidez o por mala educación, es así en la India. Abro la verja y de nuevo el mundo. La India ya ha despertado y el sol está en lo alto. El concierto de cláxones y coches y motos y motores, vacas y bicicletas, perros y seres humanos ha comenzado y eso hora de volver a casa. Cojo la moto y me pierdo en el tráfico.

lunedì 3 maggio 2010

Abrí los ojos. Abrí los ojos y me encontré una pantalla. En la pantalla se veía un avión, pequeño y blanco, como un juguete, y el avión estaba encima de Francia. Su destino: London Heathrow.


Habíamos salido de Delhi. El avión de juguete sobrevoló Pakistan, luego Afganistan, los Emiratos Árabes y el desierto de Arabia antes de subir a Rusia. Por ese momento me debí quedar dormido y cuando abrí los ojos ya estaba en algún punto entre San Petesburgo y la frontera polaca. Llegué hasta Copenaghe y luego me volví a dormir. No recuerdo haber sobrevolado Europa occidental, hasta este momento en que estábamos llegando a Inglaterra. Después de 8 horas de vuelo el capitán nos avisaba que nos faltaban 20 minutos para aterrizar.


La primera sensación fue de shock. Tuve un shock cuando llegué a la India que estaba dentro de lo esperable, lo que no podía imaginar era que el impacto de la vuelta podía ser aún más fuerte. Es increíble cómo en tan sólo 15 días me había acostumbrado a todo, al descuido, a la vejez, a los edificios antiguos y -occidentalmente- sucios, a los desconchones, la pintura caída, las paredes roídas por la humedad, los restos de verdura en la calle y que se comen las vacas. Tan acostumbrado estaba que cuando salí del avión y me adentré en el edificio de metal y vidrio me pareció otro mundo. Lo primero que me sorprendió fue la tranquilidad, el silencio, los ruidos apagados del pasillo gris que nos llevaba fuera del avión, mitad porque la gente aquí habla en susurros y mitad porque las paredes y el techo absorben las palabras. Miré por la ventana y se veía el aeropuerto, y me volví a sorprender de no ver nada más que máquinas y hormigón, asfalto de un color negro homogéneo, algún carricoche moderno cargado de maletas y césped verde marcialmente cortado. 8 horas antes el aeropuerto era un hervidero de gente que se arremolinaban y hablaban en voz alta tanto dentro como fuera, cerca de los aviones, formando pequeños grupos despreocupados mientras se resguardaban del calor buscando cualquier pedazo de sombra o dormitaban tumbados en cualquier rincón al caer la tarde.


El segundo impacto fue olfativo. Aquello ya no olía a nada, bueno, claro que sí que olía, pero olía a algo distinto, a plástico y a moqueta, a limpiador industrial, a edificio moderno, a esos coches recién comprados que huelen a material sintético y spray sintético. En India los edificios olían a gente, que no quiere decir que apesten -o quizá sí, según quien huela- sino que huelen a una mezcla entre sudor y tierra, fruta fresca y podrida, a aire de la calle con todo lo que conlleva, humo y gasolina incluidos, a moho encastrado y antiguo y al rancio de los bloques de pisos viejos y descuidados.


Y el último impacto fue el orden, la rectitud, lo pulcro del aeropuerto. Las filas de espera ordenadas y perfectas, la eficiencia británica, el sistema perfecto de informadores en uniforme, perfectamente planchados, peinados y sonrientes, sin esas camisas enormes que usan los indios, desabrochadas y descuidadas y por fuera de los pantalones y que a veces están manchadas y les da igual que así sea. El orden que nos divide en dos zonas, una para los europeos con pasaporte UE y otra para los demás, y que te hace pensar qué grandes somos aquí, que qué fortuna la nuestra que en sólo unos minutos y sin apenas prestarte atencío te dejan cruzar la frontera mientras que en el otro lado los miran de arriba a abajo y les comprueban los datos y los escriben en ordenadores y les sellan los visados y les controlan para que no sean terroristas o ilegales o quieran colarse sin tener permiso.


Después de recoger las maletas el aire de Londres, fresco y húmedo y limpísimo me golpea en la cara y por primera vez en 24 horas me siento respirar de verdad. Observo lo que me rodea y me vuelvo a sorprender ante una arquitectura cuadrada, rectangular y precisa, ante los ángulos rectos de los edificios modernos, realizados para la comodidad y eficiencia y para sorprender a la gente, para añadir grandeza y superioridad al imperio, cualquiera que queramos considerar como imperio, para sorprender y dar prestigio y para pasar a la historia de la modernidad. Preguntamos a un taxi y nos quiere cobrar 90 libras, que son como 4500 rupias, lo que nos ha costado la casa, casi un mes de alquiler, una casa grande con frigorífico y cuarto de baño y ventilador y aire acondicionado, casa para occidentales que no se permiten los indios, pues eso es lo que cuesta la media hora de taxi enorme y negro y brillantísimo que me hace pensar en los viejos autorishaw, triciclos con corazón de vespa que con 50 rupias -precio para occidentales- nos llevaban de una punta a la otra de la ciudad y que 24 horas antes saltaba sobre el asfalto cargado de nuestras maletas con dirección al aeropuerto de Bhubaneswar.


Decidimos coger el autobús y mientras lo esperamos compramos algo de comida: un par de bocadillos de verdura y queso, un cubilete de fruta cortada y un yogur para beber sabores fresa y vainilla. Me pongo a leer y me doy cuenta de que el yogur es ecológico y que el plástico del bocadillo es reciclado. Le doy un bocado y me sabe a lo que parece, a una mezcla entre industrial y prefabricado, a pan precongelado recién horneado y a verduras frescas traídas de algún sitio que está muy lejos. Busco una papelera para tirar los envases y me doy cuenta que hace dos semanas que no lo hago, y aquí además tengo la suerte de tener que separar la basura. Me sorprendo ante la ausencia de perros que me pidan comida y de vacas que rebusquen en los contenedores de fruta, y me impacto pensando que allí a 7000 km nadie busca una papelera y mucho menos separar basura, nadie piensa en el origen de la comida, en si será natural o si será industrial, en si habrán usado pesticidas o si tendrán hormonas, allí se come lo que hay, cocos, mangos, caña de azúcar, arroz y dal y verduras y pollo, y todo sabe a lo que es, a lo que parece, que no quiere decir que sea todo ecológico ni que esté bueno pero sí que es natural aunque esto signifique sólo que es natural porque es lo que hay. Observo las franquicias elegantes y sofisticadas y los cafés de medio litro en vasos de papel y plástico y recuerdo con cierta nostalgia los vendedores de té, que te lo hierven en cacharros viejos y abollados con leche y agua y jengibre machacado y te lo sirven en viejísimos vasos de cristal arañados por el uso, y que te ofrecen bizcochos y galletas guardados en tarros de vidrio, recuerdo los puestos de lassi -yogur batido- que mezclan fruta con con las manos y cuyo suelo esponjoso huele a tierra y a leche fermentada. Me vienen a la memoria imágenes de tenderetes de fruta, de puestos de sandías, de mangos, uvas y papayas, de plátanos pequeñitos, de sacos de arroz y lentejas, de soja verde y amarilla, de balanzas de mano de las que usábamos hace 10 lustros y que miden la masa con pesos de hierro de precisión dudosa, de esas bicis y motos cargados de caña de azúcar que luego meten en ruedas de manivela con que se extrae un zumo grisáceo y espumoso, de esas avenidas atestadas de personas que cuando cae la noche se convierten en un infierno incomprensible de motos, coches y seres humanos, de camiones con luces de colores y de bicicletas silenciosas, de cláxones y motores, de ruido infernal que al final ni echas cuenta, de perros adormilados que se juegan la vida cruzando la calle, de mujeres en sari y de niños rapados, de personas serias y ceños fruncidos que hacen gestos exóticos con sus cabezas que no entiendes si quieren decir sí o no o no sé y que no es que estén enfadados o les pase algo sino que son las formas de una cultura distinta, de los monos alegres que se saltan entre los árboles y buscan compañía entre tus pies, del calor brutal y húmedo, del sabor del pollo y de los huevos de campo, del olor a tierra, de la tierra que se pega al cuerpo, de la tierra que lo cubre todo, de la tierra en polvo que se levanta cada vez que algún vehículo intenta aparcar. Y de lo que más me acuerdo es de las vacas, pausadas, sencillas, enormes, que reciclan los restos de frutas, que se sientan a rumiar, que caminan pesadamente o que se quedan paradas en medio del tráfico si hacer nada, sin hacer nada, sin hacer absolutamente nada, como diciendo aquí estoy y a ver quién es el guapo que me aparta, con sus cuernos, sus jorobas, sus cuerpos grandes y su sencilla existencia. Las vacas son casi un símbolo en la India, símbolo de una existencia tan tanural que sorprende, san sencilla como compleja, tan distinta y tan extraña y tan compleja que luego de apenas 15 días se te pega al cuerpo y parece que lleves allí toda una vida.

venerdì 23 aprile 2010

Para los pocos que aun piensen que el porno es un invento moderno, es que no han estado en el templo del sol de Konark: una especie de torre enorme con esculturas de hombres con mujeres, mujeres con hombres, mujeres con mujeres (hombres con hombres no he visto), serpientes de torso humano que se retuercen unas con otras, felaciones, coitos por delante, coitos por detras, posiciones inverosimiles, penes despromorcionados, culos enormes, duos, trios y orgias, incluso he visto -os lo aseguro- varias nignas jugando impudicamente con el miembro viril de tio enorme. Todo ello rodeado de filigrana exquisita, ruedas de carro en piedra de dos metros, elefantes y leones y adornos florales que van desde el detalles infimos a mastodonticas figuras.

Cuando me lo contaron pense que debia tener algun significado oculto, algo relacionado con el extasis del tantra, espiritualidad, religion, energias ocultas y misticismo, pero ahora que lo he visto puedo decir que no, que me equivoco, que el tempo no es ni mas ni menos que una enorme invitacion al disfrute carnal. De hecho dicen que fue construido despues de una guerra y su intencion era precisamente esa: que la gente disfrutara a mas no poder para fomentar la procreacion.

Segnoras y segnores, con ustedes, Konark's Sun Temple:

http://www.google.com/images?client=safari&rls=it-it&q=konark&oe=UTF-8&um=1&ie=UTF-8&source=univ&ei=XmbRS-P_JZDasgPrgv3uCQ&sa=X&oi=image_result_group&ct=title&resnum=5&ved=0CDIQsAQwBA

martedì 20 aprile 2010

India es sucia y descuidada. Entiendo que la higiene posee unos componentes tanto culturales como economicos, entendiendo por esto que hace 40 agnos mis abuelos se duchaban 1 vez a la semana y se cambiaban de ropa los domingos y no por eso podemos decir que eran unos guarros; de hecho quiza hoy en dia occidente tiene tal obsesion con la limpieza que nuestros cuerpos son cada vez mas debiles ante la ausencia de bacterias en el ambiente que, mas alla de causar enfermedades, lo que hacian era reforzar nuestras defensas. Ademas la suciedad de la India no es excesiva. Ciertamente se ven residuos, se ven cosas sucias, manchadas, pero en Roma o Madrid o en Sevilla he visto montagnas de basura alrededor de contenedores que aqui desde luego no existen. Ademas, el hecho de que tengan tanta vaca suelta hace que cualquier residuo organico sea engullido en 24 horas por los mastodonticos cornudos.

A mi las vacas me encantan. Verlas pasear traquilamente, verlas oler los puestos de verdura, rebuscar en los contenedores, reposar en las medianas de las avenidas, o simplemente estar de pie mirando al infinito, paradas, estaticas en medio del trafico, sin hacer absolutamente nada y sin importarles un pepino el caos que sin querer estan provocando (?o quiza lo hacen queriendo?) es realmente maravilloso. Las vacas son como los perros o incluso como los indues: viven en la calle, pasean, comen, se sientan, observan desde la lejania intelectual, quiza se echan una siesta o se relacionan entre ellas y entre los humanos y mas dificilmente con perros y luego siguen su camino, son seres pacificos que viven su vida sin demasiados problemas. Como digo, la vacas, los perros y los hindues viven la vida de similar manera.

India es el pais mas diferente que he conocido en mi vida. Es como el aleman, que creo que por mucho que lo estudie nunca llegare a conocerlo del todo. Hacen unos gestos con la cabeza que no llego a comprender y que nunca se si quiere decir "si" o "no" o "no lo se". El gesto en cuestion es algo asi como echar la cabeza a los lados, como pegar la oreja al hombro de forma rapida. Generalmente significa "si" pero hay veces que luego de decirte ese "si" se te quedan mirando como... bueno, digamos que como vacas, y no sabes si lo que les has pedido lo han entendido, o si no, o si que pasa, lo cierto es que al poco se levantan y te lo traen asi que lo mas probable es que sea un "si con ritardando". Los indios son tranquilos y pausados pero no son lentos. Viven la vida de forma muy natural, aqui todo es flexible. Son precisos, hasta cierto punto, aunque se explican fatal. Es complicado preguntar primero porque no saben ingles, segundo porque no se explican y tercero porque no se saben explicar. Intentas entender que diablos pone en la carta del restaurante y lo unico que concluyes es que "rice" significa arroz y que "curry" es una especialidad local. Les preguntas por una calle y te dicen "para alante", o, si toca, "a la derecha", pero poca gente te indica todo el camino "gire a la izquierda luego la segunda a la derecha y veras una plaza pues alli sigues 100 metros y luego...", no, eso aqui no se destila.

Eso si, sin amables, aunque no sonrien. Tienen una expresion de enfado y el cegno fruncido y no lo hacen porque esten cabreados sino porque son asi. Claro que cuando les caes simpatico se rien un monton, y te ayudan y te acogen, pero para la mayoria eres como un alienigena que no cuadra mucho en su mundo.

India no es un lugar bonito. Entiendo que tienen una historia que les ha legado algunas cosas impresionantes, edificios, naturaleza, un arte muy refinado y una comida excelente, pero cuando tienen que vivir normalmente se descuidan. Las casas no estan arregladas, los edificios estan descuidados. Son descuidados en su forma de vestir y no les importa para nada. He visto calcetines rotos, camisetas sucias, pantalones rasgados, y esto entre personas que os aseguro tienen mas dinero que muchos de nosotros. He visto coches estropeados, motos que echan humo negro, cosas demasiado viejas como para que sea un milagro que sigan funcionando. Edificios preciosos destrozados por el abandono. India es un pais descuidado y esto es lo que menos me gusta, lo demas, suciedad, pobreza y todo eso es absolutamente relativo, pero el descuido me molesta bastante.

De todas formas no todo es sucio. Los indios tienen un concepto propio de la limpieza. Se lavan los dientes, se lavan las manos, lavan lo que comen y limpian sus casas. Limpian los saris y los taparrabos en los rios y en los lagos, y esto es algo que la mayoria de los pueblos de la tierra casi nunca hacen. Me sorprendio el otro dia un tal Debu que me dijo que cuando vivia en Alemania nunca bebio agua de grifo, solo de la botella. ?Que por que? Por miedo a bacterias. "En la India el agua esta filtrada. No te vas a encontrar ni una sola bacteria. Si, es posible que algun vaso este mal lavado, que tenga restos o que este sucio, pero el agua esta siempre limpia". Fijaos que curioso: ellos tienen miedo al agua europea y nosotros a la oriental.

Hoy creo que he contado demasiadas cosas feas, a ver si la proxima vez os cuento las maravillas que estoy viviendo. Os dejo unos apuntes: el hospital ayurveda, el centro de yoga, el enorme swamiji que me enegna asanas, el "venus inn" donde como, el ashram de danza de Elena, el paneer que es como un queso que hacen como la carne, las esplendidas sandias, los zumos frescos y el lassi, los cocos recien abiertos y las maravillosas y raras comidas. Y sobre todo la naturalidad con que se toman las cosas y la tolerancia exquisita de su religion, su forma de entender la vida y su dia a dia cotidiano.

venerdì 16 aprile 2010

La increible y triste historia de un mapa.

Llegas a un sitio donde pone "turist information" y te esperas lo de siempre, una oficina, probablemente pequegna, un mostrador de colores, unos cuantos panfletos, una amable informadora y una sonriente respuesta a las cuestiones que te inquietan.
Ahora imaginad un colegio. Uno de esos, normales. Un edificio grandote, gris claro en este caso, con grandes ventanas y un patio de recreo. Todo viejo y descuidado. Imaginaos dos verjas, una cerrada y una abierta. Imaginaos entrando. Abris la verja, llegais al patio, pasais por palmeras, arboles y terraplenes. Os mira un jardinero con cara de aburrido y pasa bastante de ti. Entrais en el edificio. Vacio. No hay un alma. No hay ni muebles... bueno, si, alli en el fondo, un mostrador de colores, unos cuantos panfletos, de informadora, nada. Respuestas, por tanto, ninguna. Coges los panfletos y dices "voy a subir". Arriba lo mismo: descuidado, viejo, mira, si hay muebles, un par de sillones y un cuadro electrico, cables casi carcomidos, sueltos, mal puestos. Espera: hay alguien, un tio con bigote, casi mas negra su piel que el bigote, sale de un sitio, ni siquiera te mira, se mete en una puerta que dice "toilete". Tu a lo tuyo. Hay como 3 puertas. Esto parece la casa del misterio ?que hago? Me fijo y por una se ve un ventilador: efectivamente, hay alguien. Me encamino a su encuentro cuando oigo pasos por la espalda, que se me acercan, me giro con miedo ?que sera? Ah, si, el tio con bigote. Me decido: "can I ask you?". Le digo lo que busco: un mapa de Bhubaneswar. "?De Bhubaneswar, o de Orissa?" me pregunta. "Both", le respondo, que viene a ser "de los dos". Me invita a sentarme. Entra por una puerta donde dice "Director of turism of the Orissa region". Vaya, he tenido suerte, nada menos que el director de turismo. Oigo un trajin de papeles, abre armarios, cajones. Espero. Sigo esperando. El trajin se silencia y luego continua. Espero y sigo esperando. Vuelve el trajin y el silencio. Pasa como un cuarto de hora. Sale por fin con el mapa "aqui lo tiene" me dice. Lo recibo con una sonrisa y le digo "thank you". Veo que dice "orissa", lo abro, en efecto, es de la region de Orissa. Le digo "perdon, ?y el mapa de Bhubaneswar?". Dice algo incomprensible, me lo repite, entieno que dice que esta ahi dentro. Miro el mapa y no esta. "No, lo que quiero es, ademas, un mapa de la ciudad de Bhubaneswar, de la ciudad en que estamos, con las calles y todo eso ?me entiende?". "Jai ya ya Bhubaneswar k'ha patharataka waka waka" -me mira- "Bhubaneswar here" y me segnala un punto, el mas gordo del mapa, justo donde dice "Bhubaneswar". Claro, esta en el mapa, es la capital de Orissa. Vale, thank you de nuevo, muy amable.

Es lo que tienen los hindues, que se cree que saben ingles pero en realidad no tienen mucha idea. Y encima lo hablan con ese acento tan suyo que se les entiende aun menos, como cuando estaba en el centro de yoga al que me he medio apuntado, me dice uno "?es que no sabes ingles?". Me entraron ganas de preguntarle "?es que tu te crees que lo sabes?".

Asi es la India: hacen real aquello de la impermanencia. Nunca sabes lo que te vas a encontrar. Salgo del (supuesto) "turist information" y me doy un paseo, y mira por donde, me encuentro con otro "turist information". No tengo ganas de describir en detalle la aproximadamente hora y media que pase alli dentro, solo decir que cuando entro lo que veo es un restaurante, luego una oficina de transportes, luego un aparcamiento de autobuses, luego un hotel o algo asi y finalmente una clinica ayurveda. Como el tema me interesa voy y entro y aquello parece una carcel fantasma: un patio interior, un par de pisos de puertas, verjas y cancelas, abro y cierro y entro y salgo por donde me place, no veo un alma. Bueno si, un par de ellas, pero deben de ser eso, almas errantes, porque ni siquiera me miran, creo que si me pongo delante me atraviesan por en medio. Al final a una tercera pregunto y se va a buscar a alguien, claro, lo normal, vuelve con dos periodicos y me dice que me siente y que los vaya leyendo, amablemente se sienta conmigo y me hace de compagnero de lectura, leo en ingles sobre el barsa y sobre nadal, sobre Islandia y alguna cosa mas, pasa como media hora y luego de un subir y bajar de nuevo me dice que el medico esta ya disponible. Entro en una sala y el medico resulta ser una mujer, me pregunta, le pregunto y, ah no, no es el medico, va a buscarlo, me deja con su chiquillo, un morenito gracioso que tiene un movil cantarin y que me mira con curiosidad, me deja el movil, lo escucho, se lo devuelvo, lo escucha, me lo vuelve a dar y asi hasta que vuelve la mujer, esta vez si, con el medico, un tipo joven, bien vestido, de sport se podria decir pero con ropa cara, me explica los precios de los masajes de cuerpo y cara y de esa practica tan curiosa que consiste en derramar un hilito de aceite sobre la frente durante un rato. Me despido y le pregunto "perdone, ?donde puedo encontrar un mapa de Bhubaneswar?". "Abajo, en la oficina de turismo, esto es el hospital ayurveda". Total que bajo y mi amigo de lecturas sigue a lo suyo, es decir leyendo, y le pregunto y sonriendo me dice "not available". No disponible. Pues vaya.


Los sonidos de la India.

Si empiezo asi me direis "que bonito, la India: el silencio, las montagnas, el viento, la paz...". Podria blasfemaros. La india tiene un sonido: el pito. El pito es el sonido de la india. Es el himno, que digo, el idioma. Un pais donde coexisten como 100 lenguas, entre ellas el supuesto ingles, tiene solo un idioma comun y ese es el del pito. De coche, de moto, de cualquier forma de conduccion a motor. Los hay hasta como los de las ferias, el liloliloli de los carruseles, tanto es asi que uno podria imaginarse que detras de casa hay un tiovivo cuando lo que hay en realidad es una carretera. Me lo decia Cristina, que los hidues pitan en vez de usar intermitentes, pero lo siento, Cristina, te equivocas: los usan como los pajaritos, "pio pio", que significa "aqui estoy", y la verdad es que funciona. Vamos, que es la forma de no chocarse. Como las lineas de los carriles son meramente decorativas la mejor forma de no chocarse es indicar donde estas, y el pito es una buena forma.

Eso si, en las casas, por la magnana, es una delicia despertarse con las campanillas. Aqui se hacen los rezos con nombre de "puja", que viene a ser una purificacion. Se va a los templos, o te lo montas en casa, echas un poco de agua, cubres a Ganesh o a Shiva con flores, lo limpias con ghee y yogurt, enciendes incienso, recitas los mantras y haces sonar campanillas. En Turquia me fascinaba levantarme con el sonido de un iman cantando, y aqui es bonito hacer lo mismo con las campanillas de los brahmanes. Es algo que corta el silencio, que invita a empezar el dia, que despierta a los pajaros y a las vacas y a los perros y a las ranas y lagartijas que habitan en las calles de India. Te levantas con un cierto gusto. Luego la campanilla deja paso al bonito pito.

Las vacas, por cierto, no suenan. No dicen ni mu, literalmente. Viven felices, como los perros, callejeras, comiendo los restos de las frutas y verduras que encuentran o que les sobra a los comerciantes y que dejan en unos cubos que las vacas ya reconocen como comederos. Las vacas son como los perros. Como digo, callejeras. ?Que si son sagradas? Pues si, como los perros, como las ratas, como las serpientes y como las aragnas y los sapos y los monitos y las iguanas y como todo bicho viviente. Lo que pasa es que se les ve mas. Sera que como son grandes, pues abultan. Las vacas son respetadas, porque nos dan leche, porque nos dan colorido y porque no hay un animal mas pacifico en el universo. A veces hay que darles con una vara para que se aparten y dejen de bloquear el trafico, pero como no dicen ni mu a veces ni se inmutan. Me encanta ver las vacas, paseando, sentadicas o simplemente de pie sin hacer nada. Que es de los mas normal.

Es que aqui no se las comen. Lo mas que llegan es al pollo, y casi que con reparo. Sono como muy vegetarianos los hindues, o casi, los hay que no comen ni pollo, y los hay para los que el pollo es como un pequegno exceso que permitirse de tanto en tanto. Eso si, te os venden vivos, asi que como no tengo ganas de interrumpir el concierto de pitos y campanitas lo suelo comer preparado. Y tengo que decir que es bueno, como casi todo lo que se come en la India.

mercoledì 14 aprile 2010

India

En India existen 3 tipos de danza clasica (clasica = danza codificada y estructurada): odissi, katak y bharata natyam (aqui teneis un link con los tres estilos bailados a la vez). De la region en que estoy, Odissa, viene precisamente la primera de ellas, el Odissi, y en Bhubaneswar se encuentran algunos de los mas famosos maestros de esta danza.

Pues tras el primer dia de shock, con tipica diarrea del viajante incluida, afortunadamene ya pasada, hoy me ha ocurrido una cosa excepcional. Elena esta aprendiendo odissi en la escuela del que muchos dicen sea el mejor guru de la India (el mejor guru para este baile). Ayer hablo de mi, y una chica quiso conocerme para que le ensegnara yoga. Lo de exepcional empieza aqui: ?yo, un espagnol, ensegnando yoga en la India? Me parecia absurdo. Para que veais lo que se practica yoga por estas tierras... total, que esta magnana temprano acompagno a Elena a las clases.

La escuela no es mas que la casa del guru, una casa grande, y muy limpia, lo cual aqui es toda una alegria. Entramos y parece deshabitada, y en vez de tocar un timbre o llamar a la puerta, directamente entra. Subimos una terraza, saludamos a algunas personas, entramos por un sitio y nos metemos en la sala de baile. Alli empiezan a llegar una chica de New Mexico, una taiwanesa pero que sabe italiano, una peruana y un par de indias muy guapas, todas en perfecto sari. Luego llega la chica esta que queria hacer yoga, que no es tan chica, y que me dice que luego nos vemos, que tiene que hacer el puja (los rezos de purificacion cotidianos). Llega el guru y todas lo saludan postrandose a sus pies. Yo me quedo un momento como sin saber que hacer y el mismo se me acerca y me da la mano de muy occidental manera. Empiezan la leccion y yo me voy afuera para no molestar. Todo me parece confuso y extragno.

Me quedo en una terraza haciendo un poco de ejercicio cuando aparece la mujer que queria hacer yoga, se trae un par de colchonetas y me dice que le explique algunas cosas. Elena me habia avisado de lo que ella queria, que si le duelen los hombros, que si baten fuert con los pies, que si la postura les causa molestia a los lumbares, total que ya habia pensado unos ejercicios. Empezamos a hacerlos y me sorprendo que en realidad se mucho mas que ella, que no los hace del todo bien y que tengo que corregirla. Parece que le gusta, me pide mas y me dice que se siente muy relajada. Se nos une la chica norteamericana, hacemos un poco mas y luego se van todas.

Aparece un chaval ruso y se me pone a contar de su guru, de que vive en la india, de que busca una medicina que crece en entre China, Tibet, Nepal e India. Resulta que es el novio de la peruana y cuando me doy cuenta llevamos mas de 1 hora hablando. Me dice que si quiero ver la clase de danza y le digo que claro, que si no molesto, y me dice que para nada.

Total, que me voy a ver la clase de danza... y aqui viene lo segundo extraordinario. Mira, la danza odissi es una de las cosas mas bonitas que he visto en mi vida. Es precisio, es devocion, es una belleza en cada gesto, en cada movimiento, en cada salto, taconeo (con pies descalzos), giro o movimiento. Son mudras dificilisimos, son miradas, sonrisas, teatro mudo, es musica maravillosa, ritmo fuerte y giros elegantes. Algo precioso.

Y lo tercero extraordinario, lo mas extraordinario de todo, es cuando el ruso me cuenta que esa mujer que esta bailando, una de ellas, la mejor, que es la misma a la que le ensegne yoga, es por lo visto una de las bailarinas mas famosas de odissi de todo el mundo, una que ha estado en medio mundo, en Europa, en Japon, en norteamerica, en teatros y festivales de todos los lugares de la tierra, y de pronto me digo "vengo a la india a aprender y resulta que acabo ensegnando yoga a una de las bailarinas mas grandes de la india".

Estas cosas solo pueden pasar en este extraordinario pais.

PD: Aqui la teneis, Surja Mohapatra

venerdì 12 febbraio 2010

Ideólogos, políticos y gestores.

Asisto con perplejidad a cómo últimamente se repite en mi mente una imagen de los años de instituto. Es de cuando estudiaba ese curso ya extinto denominado COU, para los que no lo hayan conocido Curso de Orientación Universitaria, que si no me equivoco equivale al actual segundo de bachillerato. En este curso existía una asignatura llamada filosofía. Era una asignatura extraña -extraña por lo inusual de los temas que se trataban, que no por la metodología que era la de siempre, apuntes de memoria y exámenes- y en verdad un poco fea, vamos, que gustaba a poca gente. A mí me desconcertaba: era una especie de historia donde se estudiaban nombres, hechos, lugares, eventos, sólo que en vez de estudiar a reyes, sociedades o países, alta política-invasiones-guerras, lo que se estudiaba eran ideas. Las ideas que se le ocurrían a personajes simpares, pintorescos pensadores, equipos de sesudas mentes e ideólogos más o menos visionarios -o más o menos ridículos-. A mí en realidad me gustó: me hizo plantearme preguntas que jamás se me habían ocurrido y comencé a ver las cosas desde puntos de vista absolutamente desconcertantes. Creo de verdad que me abrió la mente a otras formas de entender la realidad, a nuevos modos de entender la vida, el universo, el mundo en el que vivimos e incluso a mí mismo.

Recuerdo que casi al principio se estudiaba eso, lo que fue el principio, que en occidente coincide en tiempo y lugar con la antigua Grecia. Allí se reunían el tal Tales, los Parménides, Demócrito y Epicuro, luego después los Platón o Aristóteles, o las primeras escuelas y corrientes como los estoicos o los pitagóricos. Una de esas escuelas, cuyo nombre no recuerdo, no debatía sobre la moral o la razón o sobre la felicidad o la condición humana, sino que su función era, simplemente, la de enseñar. Y no enseñaban ni moral ni razón ni felicidad ni condición humana, sino que fueron los profesores de los hijos de los ricos, en concreto de aquellos predestinados por sus familias para en el futuro aventurarse en la aventura del poder y de la política. ¿Qué es lo que enseñaban, entonces? Pues las cualidades esenciales que todo político ha de conocer: el arte de la oratoria, la negociación, el debate.

A mí esto me tiene perplejo. Se me acumula en la mente. Veo en televisión que atribuimos a nuestros políticos la capacidad de resolución de cualquier problema -económico, social, educativo, laboral, médico, legal, judicial, tecnológico, cultural, energético, fiscal, financiero, moral, ideológico-. Les atribuimos la iniciativa de reformas -de los tipos anteriores-, la discusión de ideologías, la gestión de los dineros públicos, la repartición de los bienes comunes. Y sin embargo no les veo más que discutir, discutir, discutir, pelearse empleando consignas y... pero...

Pero, ¿qué es un político? ¿Es un economista, un sociólogo, un educador, un...? ¿Es un ideólogo, es un gestor, es un iniciador de reformas? Para la mayoría, un político es aquél que se preocupa por el bien común y es elegido por la mayoría para gestionarlo.

Para mí, no.
Para mí un político es un orador, negociador, un debatiente. Una mezcla de periodista y vendedor.
El objetivo del político no es gobernar al pueblo: es convencerlo de que le vote.
La cualidad del político no es su capacidad de gestión, ni su liderazgo en ideas: es que es capaz de ser el más votado.

Creo que nadie se ha planteado que para dirigir una comunidad de personas (ciudad, región, estado, etc.) hacen falta 2 cosas: ideología y gestión. No hacen falta políticos. La ideología marca hacia dónde hay que ir. La gestión es cómo se llega allí. El político cumple una función distinta, que está vacía, y es la de liar la perdiz al pueblo enviándole los mensajes apropiados para que le voten. Debería ser, además, un buen gestor y un gran ideólogo, pero eso ya no es así. Si lo fue algún día, de verdad que se ha perdido. Hemos vuelto a la antigua Roma donde el que mandaba era el que le votaban, y el que votaban era el que mejor hablaba y mejores juegos organizaba en el coliseo, o el que más guerras ganaba.

En su día se ejecutó una división del poder en 3 poderes: legislativo, ejecutivo, y judicial. Pero la realidad es que el que copa el legislativo es el mismo que es ejecutivo y es el que decide quién se va al judicial. Y suelen ser políticos con poca o nula capacidad de gestión o de innovación ideológica. Eso sí, son los que mejor conocen los entramados de los partidos, los que mejores eslóganes inventan, los que mejor campaña de imagen tienen, los que más alto y fuerte hablan, los que... todo menos gestión e ideología.

Un político no tiene por qué ser un buen gestor, un buen gestor no tiene por qué ser un buen ideólogo y un ideólogo no tiene por qué ser un político. Son 3 cosas distintas, muy distintas, casi contrapuestas hoy en día. ¿Por qué le pedimos peras al olmo, o sea, ideas y gestión a los políticos?