sabato 29 settembre 2007

La historia del gato y el cocodrilo.

Antes de empezar, pido perdòn por los acentos y por las "egnes". Estoy en el trabajo, escaqueàndome, asì que no tengo teclado en espanhol. Si puedo, modifico este texto màs adelante (como el BBVA).

Bien. Como decìa, los hispanos de antagno, de hace unos 500 agnos, se creìan los seres màs inteligentes, cultos y educados del mundo (al menos, del mundo entonces conocido). Los conquistadores, al menos una parte de ellos, llevaban al "nuevo mundo" no sòlo su afàn de conquista, de poder y de riquezas, sino también la "Cultura" (con C mayùscula) que por entonces era constituida de la religiòn cristiana catòlica y romana, el sistema de gobierno unipersonal (el rey), las tradiciones espagnolas (entonces éramos Europa, !y vaya si lo éramos!) y todas las cosas demàs, el arte, la literatura, la técnica de montar al caballo, las armas de fuego y todo eso.

Luego llegaron los britànicos, hace unos 200 o 300 agnos, y siguieron con la misma idea de ser los seres màs educados, cultos e inteligentes del mundo, y de la misma forma llevaron con sus conquistas las luces y maravillas de la Cultura (entonces ellos eran, y vaya si lo eran, Europa), llevando a lugares como Africa, India y tantos otros grandes maravillas como el tren, el rugby, el criquet o el té a las 5 o'clock.

Siguieron y precedieron otros tantos: los belgas, los franceses, los romanos, los vikingos, los mongoles, Alejandro el Magno.

Luego llegò el Imperio Americano (que no sé por qué lo llaman América, porque América es mucho màs que esa regiòn nortenha que llaman EEUU), y, de nuevo se creyeron los màs cultos, inteligentes y educados, y llevaron la Cultura de entonces (la "American Way of Life) a los lugares menos cultos del mundo conocido.

Se puede decir, en general, que los seres humanos solemos pensar que somos los seres màs evolucionados del universo (al menos, del universo conocido). Hemos creado cosas increìbles. Tenemos, entre otras tantas maravillas, aparatos que detectan las personas enfermas y a punto de morirse antes de que esto ocurra. Tenemos, también, una ingente cantidad de satélites, antenas, protocolos de comunicaciòn y tal que nos permiten ir de un sitio a otro sin miedo a equivocarnos. Sòlo cito algunos de los inventos porque son los que vienen al caso del cocodrilo y el gato.

Bien. Escribo esto porque he descubierto un par de cosas que me han llamado poderosamente la atenciòn. Una: que http://www.elmundo.es/elmundo/2007/09/28/ciencia/1190967191.html
han descubierto que los cocodrilos australianos son capaces de nadar a su casa desde muy lejos sin perderse. Resulta que les han colocado unos aparatos GPS en la espalda, los han llevado en helicòptero a 400 km de donde habitaban (pobres cocodrilos, !después nos quejamos de cuando nos abducen los alienìgenas!) y los han soltado. Los cocodrilos, echando de menos sus charcas, sus rìos, sus mosquitos y sus costumbres y tradiciones, pensaron que volver a donde naciern no serìa una mala idea y se pusieron en camino. Y volvieron a sus casas, y lo hicieron por el camino màs corto y, ademàs, sin perderse.

La otra cosa que he descubierto es que en un geriàtrico de los EEUU hay un gato. Hasta aquì, no hay noticia. La noticia tampoco es que el gato se suba a los camastros de los viejecitos. Tampoco es noticia digna de ser contada que sel gato e enrosque a los pies del susodicho y se eche a dormir asì -enroscado-. La noticia quizà podrìa ser que el gato, antes de enroscarse antes de echarse a dormir, huele el aire en derredor del susodicho viejecito. Pero esta tampoco es la notica. La noticia es: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/misc/newsid_6918000/6918202.stm
(Sì, tenéis que ir a la noticia).

Y yo me pregunto. Si hay animales que son capaces de recorrer distancias inmensas. Si hay animales que son capaces de detectar la muerte. Si hay animales que detectan la lluvia antes de que caiga (los perros, los gatos, las hormigas, las heridas de los recién operados, los nignos en la guarderìa, las rodillas con artrosis). Si hay animales que todos los agnos, llueva, truene o diluvie, suben rìos o vuelan kilòmetros para llegar allì donde nacieron. Y todo esto lo hacen sin usar GPS, ni satélites, ni resonancias magnéticas, ni aparatos electònicos de ùltima generaciòn, ni radiografìas ni brùjulas ni astrilabios ni anàlisis de sangre ni diagramas de flujo ni de estado ni de Bode, bueno, ?realmente, podemos seguir pensando que los humanos somos los seres màs evolucionados, listos, inteligentes, cultos y educados del universo conocido? ?O, con todo nuestro afàn de ser màs listos, màs cultos, màs inventores y màs que nadie, hemos perdido ciertos instintos y capacidades que otros seres menos evolucionados han adquirido?

Hace tiempo leì otra noticia. La decìa un listo de esos que tienen empresas y dinero. Decìa: "Para ser màs ecològicos, hay que invertir en innovaciòn y nuevas tecnologìas". Sì. Con innovaciòn se crean bombillas que consumen menos y coches que emiten menos humos. Pero... ?y un gato? ?No es ecològico un gato, que se lava sin gastar agua y entierra sus caquitas para que nadie las pise? Y encima tiene 7 vidas... ?no serà un regalo de la madre tierra por no contaminarla?

mercoledì 26 settembre 2007

"Y lo más curioso es que no nos cuesta nada... pero sí nos cuesta mostrarlo."

Curioso... ?no? ?Por qué nos cuesta mostrarlo?

?Por qué si no nos cuesta nada hacer las cosas "en positivo", casi nunca lo hacemos? Todos sabemos que podemos hacer las cosas mejor, de otro modo: podemos, sin dejar de ser nosotros mismos, ser "buenas personas"; no digo cambiar el mundo, ni ayudar a los pobres, ni meternos en una ONG... simplemente, ser un poco "mejor persona". Si sabemos que podemos, y si no nos cuesta nada, ?por qué no lo hacemos?

Pues porque la dificultad no es el qué, sino el còmo: còmo ser capaz de sonreìr cuando tengo un dìa malo, cuando no tengo ganas, cuando tengo problemas, cuando todo el mundo me mira mal, cuando estoy tan cansado... o, simplemente, cuando no me sale.

?Còmo?

venerdì 21 settembre 2007

El Kart, man.

Como todos sabéis, el hinduismo cree en la reencarnación. Gracias al hinduismo, el budismo también cree en la reencarnación. Aunque, según ellos, este concepto no es tanto un dogma como una realidad científica. En Occidente la gente cree menos en la reencacnación, a pesar de que gente como Pitágoras o Platón sí que la creían.

Según la "teoría oriental" de la reencarnación, cada acción que haces produce "karma". Si matas a un perro, tu karma personal se hace más negativo. Si ayudas a una viejecita a cruzar la calle, tu karma personal se hace más positivo. Así, según el karma que acumules, tu vida en el futuro te irá mejor o peor, y, si tu karma personal no es extinguido en esta vida, pues te lo llevas a la vida siguiente. Es la ley de la causa y el efecto: todo lo que hagamos tendrá su efecto, antes o después, inexorablemente.

Para cualquier occidental con 2 dedos de frente todo esto no son más que paparruchas. Y puede que sea así. Sin embargo, una cosa es cierta: las cosas que hacemos, que decimos y que pensamos no son neutras, sino que tienen un efecto. Si un día pensamos muy mal de una persona, y nos ponemos a decir cosas sobre él (o ella) a nuestro compi, cosas como "¿has visto lo que hizo ayer Pituca? ¡Qué sin vergüenza! ¡Pero vaya morro que tiene! Claro, así no me extraña que Dionisio le haya dejado, ¡es que se lo merece!", y seguimos así durante un rato, cuando terminamos de criticar y nos vamos a casa, en realidad toda esa crítica destructiva sigue dentro de nosotros, no nos abandona. Pensar "mal" nos estresa la mente, nos revuelve las ideas, nos provoca tensiones, tensiones que se acumulan en los hombros y nos dan dolor de espalda, que nos da pellizcos en el estómago y nos revuelve la barriga. Habrá quien diga que soy un exagerado, pero ¡fijaos! Y decideme si no es así.

Por contra, pensar "bien" nos relaja. "¿Has visto Pituca qué bien que viene hoy? ¡Qué elegante, qué sonrisa, qué simpática! Claro, ¡así la vi ayer con Crisofio, tan contento! Qué alegría, qué contenta que estoy, ¡¡esto me huele a bodorrio!!". Cuando pensamos "bien" el mundo nos sonríe, la mente se relaja, el cuello está como más suelto, la barriga nos duele menos.

Todo esto lo digo porque solemos tender a ignorar esta cosa del "karma". "Total, si todos nos tenemos que morir". "Anda, con el calorcito tan bueno que tenemos con el cambio climático". "Total, yo solo no voy a cambiar nada". "¿Por qué tengo yo que ayudar? ¿Y a mí quién me ayuda?". "Anda ya, ¡¡que empiecen ellos por tenerme respeto y hablame bien!!".

Sí, es difícil "portarse bien", y también decir "bellas palabras", y más aún "pensar cosas positivas". Pero las consecuencias están ahí. Que exista o no la reencarnación, eso no lo sé. Que el karma actúa de verdad, pues qué se yo. Pero que cada cosa que hacemos, decimos y pensamos tiene una consecuencia, eso creo que está fuera de toda duda. Primero, en nosotros. Y segundo, en los demás.

Porque, ¿cuántas veces nos ha cambiado un día negro el escuchar una canción que nos gusta? ¿O el recordar un momento bonito? Y no digamos ir a la ventanilla de la oficina de turno a arreglar vete tú a saber qué papeles... y que el funcionario de turno te sonría. O, simplemente, ver a un niño por la calle... y que sonría.
Eso sí que te cambia la vida.

Pues tú podrías hacer lo mismo.

sabato 15 settembre 2007

Un jardín


Una vez empecé un blog y fue un rollo, me aburrí. No tenía nada que escribir. Ahora en realidad tengo más que escribir, quizá, o quizá no, quién sabe, pero lo voy a hacer. A ver qué pasa. Pues eso.

Un jardín zen es un trocito de planeta tierra en que se colocan unas cuantas rocas, un par de árboles o un poco de yerba, o nada, y se rodea todo ello con tierra o o piedrecitas muy pequeñitas o cantos rodados de tamaño pequeñito. En ella, en la tierra, el monje zen tiene que pasar de vez en cuando un instrumento que quita las hojas que hayan caído, o los bichitos, o las cosas que el viento o la gente haya dejado en su paso. Con ese instrumento, parecido a un rastrillo pero que se lleva a la espalda, se forman esas típicas curvas que son tan peculiares.

Los jardines zen están de moda, y se venden muchas veces en las tiendas y los supers como instrumentos de relajación, para que te desestreses. Te los venden con rastrillo y todo, para que hagas tus figuritas en la arena. Puedes hacer circulitos, puedes hacer olitas, ¡como en el mar!, puedes escribir tu nombre, o el de tu amorcito, o puedes dibujar los objetos que tengas ganas en ese momento. Y puede que te relajes o puede que no y puede entonces que te hartes y lo tires a la basura como el puzle de 15.000 piezas que te compraste o la pelota relajante que te regalaron y que terminaste por destrozarla con las uñas del estrés que te dio.

Pues eso. Que está de moda. Pero es que un jardín zen, de esos, de los grandes, de los que están en Xapón desde el 1.300 D.C. (o 700 A.Z.P.), en verdad no son relajantes. Tampoco es que sean estresantes. Simplemente, son.

Son como obras de arte, pero obras de arte de las que no duran mucho. Duran lo que dura en pasar el tiempo. Una vez que el monje zen ha pasado el rastrillo, pasa el tiempo, y con el tiempo pasa un bichito y deja una caquita, y con el tiempo pasa el viento y deja una hoja, y luego pasa un curioso y deja una lata de coca-cola, y el jardín zen ya no es la misma obra de arte que era antes. Y entonces, luego de un poco, el monje zen se endosa el rastrillo en la espalda y vuelve a pasar y en su paso quita todo lo que el tiempo dejó. Y crea nuevas curvas y formas. Y el tiempo vuelve a colocar cosas en su paso, y el monje vuelve a endosarse el rastrillo y a crear nuevas curvas.

Entonces, ¿qué es el jardín zen? ¿Un instrumento para relajarse? ¡Pobre monje -dirían algunos- que tiene que pasar eternamente el rastrillo para dejar el jardín zen limpito! Pues eso. Un jardín zen es una metáfora. De que nada es permanente. De que si quieres mantenerte limpio tienes que volver a limpiarte. Y de que por mucho que te limpies no volverás a ser el que fuiste.

Y de que, de todas formas, puedes seguir siendo una obra de arte, aunque te estrese limpiarte todos los días, una y otra vez. Y aunque, por mucho que te esfuerces, el paso del tiempo hará que todo sea siempre distinto. Somos un jardín, un jardín impermanente.