lunedì 26 maggio 2008

?Nadie ha pensado que lo que comemos està (des)inflado?

Lo que comemos està hinchado. Ha llegado un momento en que hay tanta gente en el mundo (o digamos mejor, en Europa, que el mundo es muy grande y no sabemos de verdad lo que pasa un poco màs allà), son tan pocos los que se dedican a producir -alimentos, me refiero- y son tantos los desperdicios que generamos (quizà no nosotros -podemos pensar- pero basta pasearse un lunes por la mañana por cualquier supermercado para ver la cantidad de alimentos que tiran a la basura), que los àrboles que dan fruta, los cerdos que dan carne y los peces de piscifactorìa tienen que ser màs gordos. Asì que los hinchan a comer: hormonas, engordantes, fertilizantes. Vamos, que la manzana que te comiste hace un rato, o el filete, o el huevo o el café con leche tiene de natural lo que el risitas de esmalte (de diente, me refiero).

Pero lo que quizà no nos paramos a pensar mucho es que, a pesar de lo inflado que està lo que nos comemos, lo que pagamos està... al revés, desinflado. ?Que por qué? Por las subveciones. ?Nadie se ha parado a pensar para qué sirven los miles de millones -claro, es que los que no trabajamos en el campo no los vemos- que vemos en el telediario que se dan a productores, agricultures, ganaderos y jornaleros? ?Los fondos europeos para el aceite, los incentivos al girasol, los proyectos convergentes para la fresa, el PER o lo que haya ahora, en fin, todos los dineros que el "estado del bienestar" da a los que nos dan lo que comemos? ?Y para qué? Pues para redondear su sueldo. ?Y por qué? Porque si el mercado fuera libre, una de dos: o los precios subirìan, o los productores de alimentos ganarìan tan poco que desaparecerìan.
Vamos, que el mercado del alimento està desinflado artificialmente.

?Y esto pasa aquì, en Europa? ?O también en América, y en Asia, y en Africa y tal y eso? Pues, señores, pasa en todo el mundo. Solo que algunos paìses (los que no estàn aùn civilizados) gastan los millones en guerras y en ministros y otros (los civilizados) los gastamos en subvenciones y en ministros. Porque es màs barato producir naranjas en Costa Rica y traerlos para acà en barcos y dejarlos madurar en neveras que producirlos en Dos Hermanas. Y como polìticamente, y socialmente, y de todo mente no conviene -!para nada!- que jornaleros, productores y demàs se queden sin el jornal, pues venga subvenciones. Que conste que estoy de acuerdo, que prefiero una manzana española que una ecuatoriana, y no por estùpido nacionalismo sino porque si la huerta està cerquita la manzana serà màs fresca.
Lo que reivindico es que nos demos cuenta de lo que supone el simple gesto de pedir manzanas -o peras, o pollo, o lubina o lo que queramos- en la tienda de la esquina. O alargar la mano para pesar la bolsa, perdonadme, que los tiempos van tan ràpido que ni me doy cuenta. Que detràs del rojor resplandeciente de la montaña de tomate para gazpacho de que mamà nos dice que cojamos 2 kilos, se esconde una espiral profunda de dineros, intereses, fertilizantes y anabolizantes, subvenciones y huelgas del campo, sindicatos, medicamentos, ingenierìa y agricultura intensiva y una nueva y prometedora investigaciòn genética, que hace que lo de comer ya no sea como antes.
Y a mì qué ?no? Pues nada, es lo que hay.

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