Creo firmemente que la democracia es el mejor de los sistemas posibles porque garantiza que todas las personas puedan participar activamente en su propia vida, porque todos tienen derecho a hablar, a opinar y a decidir, y porque todos seràn igualmente tratados y respetados. Pero que una sociedad tenga por nombre "democracia" no quiere decir que asì lo sea en la pràctica. Y, sobre todo, no quiere decir que no pueda y deba SER SIEMPRE OBJETO DE CRITICA Y DE MEJORA. Ademàs, puede ocurrir que una sociedad no esté preparada para los deberes y responsabilidades que el ejercicio de la libertad polìtica, de palabra y de acciòn comporta, y esto me lleva a la mente el caso de la diputada feminista Victoria Kent, que, aùn siendo ella mujer, se opuso al sufragio femenino por considerar que las mujeres no estaban preparadas para ello.
Porque, no lo olvidemos, todo en la vida tiene dos caras: el DERECHO comporta el DEBER.
Somos las personas las que hacemos la democracia. Cualquier estructura que se use para organizar un conjunto de personas serà siempre, y por definiciòn, imperfecta, por la sencilla razòn de que las personas somos socialmente imperfectas, en el sentido que no somos hormiguitas que piensan en el bien comùn, sino que solemos poner nuestra comodidad antes que nuestra responsabilidad. No existe un sistema perfecto porque los seres humanos somos como somos. Por tanto, la ùnica soluciòn posible para mejorar el sistema que nos toca vivir es mejorar a las personas. Y esto, ?qué significa? Pues probablemente, que cada uno entienda que tiene una obligaciòn que cumplir.
Las grandes sociedades lo han sido por la fuerza de sus componentes, y los grandes imperios han caìdo, entre otras razones, por la debilidad de su gente. Una sociedad es como un animal: cuando cada célula està sana y fuerte, el cuerpo està joven y energético, pero si las células empiezan a envejecer el cuerpo se vuelve débil y termina sucumbiendo ante su propio peso. Algo asì es lo que creo que pasa con el moderno occidente: estamos demasiado pendientes de nosotros mismos; tenemos tantos, tantos derechos, que se nos olvidan las responsabilidades. Queremos trabajo pero no nos gusta levantarnos del sofà, queremos un gobierno mejor pero no ponemos de nuestra parte para conseguirlo; criticamos continuamente pero no buscamos soluciones. El hombre està ciego de su propia libertad: es tan libre que no quiere, o no se da cuenta, de cuànto puede hacer pos sì mismo y por los que le rodean.
Evidentemente, la mayor responsabilidad en todo esto la tienen los polìticos y los que los rodean, especialmente los medios de comunicaciòn. El bipartidismo imperante nos lleva a dejar de lado las ideas para concentrarnos en el marketing, ya que son muchas y muy distintas las personas a convencer y eso sòlo se puede hacer con imàgenes claras y atractivas. El consumismo lleva a los medios a concentrarse en las polémicas y los titulares y no en la profundidad y el rigor. Pero no olvidemos que quien vende lo hace porque hay muchos que compran: la laxitud y atolondramiento de los que consumimos nos lleva a enervarnos ante los titulares y las demagogias y a esperar que sean los demàs los que resuelvan nuestros problemas. Todo esto agravado por un sistema educativo que prima a quien hace el vago, al que hace trampas, al maleducado y al egoìsta, a una familia que lo consiente todo para que a sus hijos no les falte de nada y a unos polìticos que con tal de ser elegidos se venden al primero que les dé su voto.
Nos hace falta autocrìtica para reconocer nuestras carencias, humildad para poder equivocarnos y fuerza para ponernos las botas de la responsabilidad. Sin estas 3 cosas, la democracia seguirà siendo sòlo una ilusiòn en que abandonarnos: la democracia es el opio del pueblo, porque te adormenta plàcidamente y te aleja de tu auténtica naturaleza, que es la responsabilidad de tu propia vida y de la de los demàs.
Especialmente, hace falta ser democràtico no sòlo de palabra sino de corazòn: pensar que la polìtica es para el bien de todos y no para mì, para mi grupo o para mis ideas. Cuàntas veces oìmos y decimos "no estoy de acuerdo, pero te respeto", y cuàn superficial es este respeto. Respetar es respetar de corazòn, escuchar primero de hablar, entender para poder criticar, ponerse en el lugar del otro antes de pensar en nosotros mismos. Democracia es pensar en los demàs antes que en mì mismo. Vivimos en el revanchismo, en el egoìsmo y en la crispaciòn, y esto se debe al bajo corazòn democràtico que, en el fondo, tenemos todos y cada uno. La humildad es la ùnica forma de ser democràtico de verdad.
Por tanto, la soluciòn: Ser humildes, autocrìticos y DESPERTARNOS.
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