martedì 11 maggio 2010

La verja que divide el mundo es pequeña y oxidada. Está pintada de negro pero el óxido se ve y se escucha. Se ve en las zonas de óxido y se oye cuando chirrían las bisagras.

La verja que divide el mundo lo divide en dos partes. A mi espalda está el mundo, y justo delante está el ashram. Sé que la división no existe, que verja y ashram están en el mundo, que no es más que una entelequia, pero para mí cruzar la verja y caminar por el ashram es como dejar la India y aparecer en otro mundo.

Llegué hasta allí luego de despertarme temprano, tan temprano era que apenas me acuerdo. Entre nubes recuerdo que estaba cansado, el despertador me suena y me siento en la cama y me cuesta decidir si venir o quedarme dormido.

Decidí venir, eso está claro. Me levanté, me duché en el enorme baño de mármol blanco, desayuné agua fresca y me monté en la moto. Las primeras calles, más bien callejuelas, fueron complicadas, no por el tráfico o los peligros sino por el empedrado, que en otra vida fue asfalto, todo saltado con piedras y arena y baches y resaltes. No es peligroso, mamá, no se pasa de veinte, además con los perros que duermen pegados al asfalto hay que tener cuidado que no quiero hacerles daño. Luego vienen avenidas, en Bhubaneswar hay como diez o doce, carreteras con cuatro o seis carriles con mediana en medio sobre la que hoy, mira qué chulo, duermen las vacas. Las nubes como cada mañana ya han cubierto la ciudad y no descargarán lluvia.

Mi avenida favorita se llama Sachivalaya Marg. No tiene nada especial, es como las demás, pero me gusta a esta hora, con la ciudad durmiendo, calles vacías, sólo algún coche, una o dos personas que caminan o hacen footing, un par de bicicletas, un de rebaño de perros, una vaca ya despierta, casas bajas, vegetación fresca. El aire me pega en la cara a esta velocidad -como cuarenta por hora-, consigue que me despierte, la mente se aclara, los sentidos se desperezan.

Llego a la verja y la abro y el tacto del hierro es frío. Son casi las 5:30, la madrugada quiere dormir y empieza a despertar el día. El patio de entrada es tranquilo, antiguo y austero, en eso se parece al resto de India, pero a diferencia de la mayoría de las casas y los edificios que hay en el resto de la ciudad, este lugar tiene apariencia limpia, cuidada y ordenada. No se puede decir que sea bonito, pero tampoco lo llamaría feo: a la izquierda un templo detrás de unas rejas, allí los swamis realizan sus pujas, a la derecha algunas plantas, justo enfrente dos escalones, un par de puertas abiertas, un “hall” de entrada y una figura menuda, vestida de naranja, con una túnica vieja enrollada al cuerpo, cabeza rapada, ojos estrábicos, aspecto anciano. Me quito las sandalias y las dejo en el suelo al pie de los escalones, al lado de muchas otras sandalias. Entro en la puerta y me saluda el swami inclinando la cabeza de forma nerviosa. Es un tipo simpático, humilde y gracioso, aunque no me habla mucho. Creo que se cree que no sabe inglés pero las pocas veces que se atreve lo entiendo mejor que a los otros. Es como el segundo de a bordo, no parece muy listo, le falta ese grandioso gesto, ese apariencia seria, la gravedad solemne, esa sensación de respeto que imprime el primero, el otro monje, el que parece importante. De hecho al principio me parecía un poco tonto pero con el tiempo su sencillez me ha calado.

Le digo si puedo y antes de terminar la frase me indica que entre. El “hall”, como todo, es viejo y austero, un semicírculo de paredes grises que antes eran blancas con puertas de madera en los laterales, y unas mosquiteras altas, dos mayas de hierro trenzado que se abren como dos puertas y que dividen el “hall” y la gran sala.

La sala es de verdad muy grande, no sabría decir cuánto pero tendrá al menos quince pasos por otros diez de ancho. Unos ventanales enormes se ven en los laterales, y por alguna magia que no entiendo la luz que dejan pasar es tenue, tanto que aunque ya haya claridad en el exterior la sala permanece en penumbra. De unos armarios en la pared cojo una manta y la pongo en el suelo. Me siento sobre ella y observo el silencio, la serenidad, la concentración que se respira. Seremos como unas veinte personas, probablemente más, todos sentados sobre sendas mantas, las espaldas rectas, las piernas dobladas, las manos sobre las rodillas, las cabezas ligeramente inclinadas hacia adelante. Me sorprende observar, aún después de una semana, que los indios hacen yoga con sus trajes normales, las mujeres con sari, los hombres con pantalón y camisa, alguno con camiseta. Al fondo un maestro vestido de chándal europeo dice unas frases que apenas entiendo, el inglés de la India, el eco del micrófono y de la habitación, mi posición, que estoy último, y probablemente el atolondramiento de ser tan temprano. Casi no se escucha nada, apenas un murmullo formado por la respiración de las ventipico personas y los susurros en inglés del maestro, que está en un estrado, como medio metro en alto sobre nosotros. Justo detrás casi no se distingue una figura humanoide, una especie de marciano blanco pegado al muro, una estatua que representa a un hombre sentado en el loto con los siete chakras señalados, una escultura muy simple pero llena de armonía, y justo en el pecho, o quizá en la barriga, la única luz encendida de todo el ashram, una vela.

Aparece el gran swami y la sala se estremece un poco. Los que piensen que el yoga es de los delgados, de las figuras esbeltas, de renunciantes menudos que comen poco y no engordan deberían ver al jefe del ashram, un tío enorme, de altura y de anchura, con brazos como troncos y piernas como columnas, a la vez musculoso y fofo. Completamente calvo, con una expresión seria, con su atuendo naranja (símbolo de la renuncia, del fuego que quema las cosas), parece una versión inmensa y de talante serio del pequeño monje que me saludó a la entrada, un alter ego al contrario que impresiona con su presencia, con su parsimonia, con su caminada lenta, segura, imponente, que parece detener el tiempo. Se sube al estrado y el maestro parece un ratoncito al lado de un elefante, aún más cuando se arrodilla para tocarle los pies y el monje le toca la cabeza con las manos en un símbolo de respeto que en occidente podría causar risa o alarma pero al que aquí no se le da mucha importancia.

La llegada del swami no perturba nada, todo sigue como antes, hacemos los ejercicios, de pie, sentados, tumbados, y en las explicaciones y pausas observo que el gran personaje mueve los brazos en círculo, estira los pies y rodillas, mueve los hombros y el cuello. Movimientos sencillos de fácil factura que cualquiera puede hacer pero que hechos por él se convierten en lecciones de un yoga profundo que se pierde en el tiempo: un swami no enseña con la palabra ni con el ejemplo sino con la sola presencia, y os aseguro que he aprendido más observando al swami que preguntando o leyendo. El monje no parece hacer nada pero cuando me fijo el maestro le pregunta al swami. Le habla naturalmente, sin distancias, no es un superior prepotente, es simplemente un amigo, un amigo potente al que guardar un respeto.

La clase dura una hora aunque el tiempo no pasa. Cuando termina devuelvo la manta a donde estaba y salgo por donde he venido. El monje pequeño y estrábico apenas se despide, no os creáis que por timidez o por mala educación, es así en la India. Abro la verja y de nuevo el mundo. La India ya ha despertado y el sol está en lo alto. El concierto de cláxones y coches y motos y motores, vacas y bicicletas, perros y seres humanos ha comenzado y eso hora de volver a casa. Cojo la moto y me pierdo en el tráfico.

lunedì 3 maggio 2010

Abrí los ojos. Abrí los ojos y me encontré una pantalla. En la pantalla se veía un avión, pequeño y blanco, como un juguete, y el avión estaba encima de Francia. Su destino: London Heathrow.


Habíamos salido de Delhi. El avión de juguete sobrevoló Pakistan, luego Afganistan, los Emiratos Árabes y el desierto de Arabia antes de subir a Rusia. Por ese momento me debí quedar dormido y cuando abrí los ojos ya estaba en algún punto entre San Petesburgo y la frontera polaca. Llegué hasta Copenaghe y luego me volví a dormir. No recuerdo haber sobrevolado Europa occidental, hasta este momento en que estábamos llegando a Inglaterra. Después de 8 horas de vuelo el capitán nos avisaba que nos faltaban 20 minutos para aterrizar.


La primera sensación fue de shock. Tuve un shock cuando llegué a la India que estaba dentro de lo esperable, lo que no podía imaginar era que el impacto de la vuelta podía ser aún más fuerte. Es increíble cómo en tan sólo 15 días me había acostumbrado a todo, al descuido, a la vejez, a los edificios antiguos y -occidentalmente- sucios, a los desconchones, la pintura caída, las paredes roídas por la humedad, los restos de verdura en la calle y que se comen las vacas. Tan acostumbrado estaba que cuando salí del avión y me adentré en el edificio de metal y vidrio me pareció otro mundo. Lo primero que me sorprendió fue la tranquilidad, el silencio, los ruidos apagados del pasillo gris que nos llevaba fuera del avión, mitad porque la gente aquí habla en susurros y mitad porque las paredes y el techo absorben las palabras. Miré por la ventana y se veía el aeropuerto, y me volví a sorprender de no ver nada más que máquinas y hormigón, asfalto de un color negro homogéneo, algún carricoche moderno cargado de maletas y césped verde marcialmente cortado. 8 horas antes el aeropuerto era un hervidero de gente que se arremolinaban y hablaban en voz alta tanto dentro como fuera, cerca de los aviones, formando pequeños grupos despreocupados mientras se resguardaban del calor buscando cualquier pedazo de sombra o dormitaban tumbados en cualquier rincón al caer la tarde.


El segundo impacto fue olfativo. Aquello ya no olía a nada, bueno, claro que sí que olía, pero olía a algo distinto, a plástico y a moqueta, a limpiador industrial, a edificio moderno, a esos coches recién comprados que huelen a material sintético y spray sintético. En India los edificios olían a gente, que no quiere decir que apesten -o quizá sí, según quien huela- sino que huelen a una mezcla entre sudor y tierra, fruta fresca y podrida, a aire de la calle con todo lo que conlleva, humo y gasolina incluidos, a moho encastrado y antiguo y al rancio de los bloques de pisos viejos y descuidados.


Y el último impacto fue el orden, la rectitud, lo pulcro del aeropuerto. Las filas de espera ordenadas y perfectas, la eficiencia británica, el sistema perfecto de informadores en uniforme, perfectamente planchados, peinados y sonrientes, sin esas camisas enormes que usan los indios, desabrochadas y descuidadas y por fuera de los pantalones y que a veces están manchadas y les da igual que así sea. El orden que nos divide en dos zonas, una para los europeos con pasaporte UE y otra para los demás, y que te hace pensar qué grandes somos aquí, que qué fortuna la nuestra que en sólo unos minutos y sin apenas prestarte atencío te dejan cruzar la frontera mientras que en el otro lado los miran de arriba a abajo y les comprueban los datos y los escriben en ordenadores y les sellan los visados y les controlan para que no sean terroristas o ilegales o quieran colarse sin tener permiso.


Después de recoger las maletas el aire de Londres, fresco y húmedo y limpísimo me golpea en la cara y por primera vez en 24 horas me siento respirar de verdad. Observo lo que me rodea y me vuelvo a sorprender ante una arquitectura cuadrada, rectangular y precisa, ante los ángulos rectos de los edificios modernos, realizados para la comodidad y eficiencia y para sorprender a la gente, para añadir grandeza y superioridad al imperio, cualquiera que queramos considerar como imperio, para sorprender y dar prestigio y para pasar a la historia de la modernidad. Preguntamos a un taxi y nos quiere cobrar 90 libras, que son como 4500 rupias, lo que nos ha costado la casa, casi un mes de alquiler, una casa grande con frigorífico y cuarto de baño y ventilador y aire acondicionado, casa para occidentales que no se permiten los indios, pues eso es lo que cuesta la media hora de taxi enorme y negro y brillantísimo que me hace pensar en los viejos autorishaw, triciclos con corazón de vespa que con 50 rupias -precio para occidentales- nos llevaban de una punta a la otra de la ciudad y que 24 horas antes saltaba sobre el asfalto cargado de nuestras maletas con dirección al aeropuerto de Bhubaneswar.


Decidimos coger el autobús y mientras lo esperamos compramos algo de comida: un par de bocadillos de verdura y queso, un cubilete de fruta cortada y un yogur para beber sabores fresa y vainilla. Me pongo a leer y me doy cuenta de que el yogur es ecológico y que el plástico del bocadillo es reciclado. Le doy un bocado y me sabe a lo que parece, a una mezcla entre industrial y prefabricado, a pan precongelado recién horneado y a verduras frescas traídas de algún sitio que está muy lejos. Busco una papelera para tirar los envases y me doy cuenta que hace dos semanas que no lo hago, y aquí además tengo la suerte de tener que separar la basura. Me sorprendo ante la ausencia de perros que me pidan comida y de vacas que rebusquen en los contenedores de fruta, y me impacto pensando que allí a 7000 km nadie busca una papelera y mucho menos separar basura, nadie piensa en el origen de la comida, en si será natural o si será industrial, en si habrán usado pesticidas o si tendrán hormonas, allí se come lo que hay, cocos, mangos, caña de azúcar, arroz y dal y verduras y pollo, y todo sabe a lo que es, a lo que parece, que no quiere decir que sea todo ecológico ni que esté bueno pero sí que es natural aunque esto signifique sólo que es natural porque es lo que hay. Observo las franquicias elegantes y sofisticadas y los cafés de medio litro en vasos de papel y plástico y recuerdo con cierta nostalgia los vendedores de té, que te lo hierven en cacharros viejos y abollados con leche y agua y jengibre machacado y te lo sirven en viejísimos vasos de cristal arañados por el uso, y que te ofrecen bizcochos y galletas guardados en tarros de vidrio, recuerdo los puestos de lassi -yogur batido- que mezclan fruta con con las manos y cuyo suelo esponjoso huele a tierra y a leche fermentada. Me vienen a la memoria imágenes de tenderetes de fruta, de puestos de sandías, de mangos, uvas y papayas, de plátanos pequeñitos, de sacos de arroz y lentejas, de soja verde y amarilla, de balanzas de mano de las que usábamos hace 10 lustros y que miden la masa con pesos de hierro de precisión dudosa, de esas bicis y motos cargados de caña de azúcar que luego meten en ruedas de manivela con que se extrae un zumo grisáceo y espumoso, de esas avenidas atestadas de personas que cuando cae la noche se convierten en un infierno incomprensible de motos, coches y seres humanos, de camiones con luces de colores y de bicicletas silenciosas, de cláxones y motores, de ruido infernal que al final ni echas cuenta, de perros adormilados que se juegan la vida cruzando la calle, de mujeres en sari y de niños rapados, de personas serias y ceños fruncidos que hacen gestos exóticos con sus cabezas que no entiendes si quieren decir sí o no o no sé y que no es que estén enfadados o les pase algo sino que son las formas de una cultura distinta, de los monos alegres que se saltan entre los árboles y buscan compañía entre tus pies, del calor brutal y húmedo, del sabor del pollo y de los huevos de campo, del olor a tierra, de la tierra que se pega al cuerpo, de la tierra que lo cubre todo, de la tierra en polvo que se levanta cada vez que algún vehículo intenta aparcar. Y de lo que más me acuerdo es de las vacas, pausadas, sencillas, enormes, que reciclan los restos de frutas, que se sientan a rumiar, que caminan pesadamente o que se quedan paradas en medio del tráfico si hacer nada, sin hacer nada, sin hacer absolutamente nada, como diciendo aquí estoy y a ver quién es el guapo que me aparta, con sus cuernos, sus jorobas, sus cuerpos grandes y su sencilla existencia. Las vacas son casi un símbolo en la India, símbolo de una existencia tan tanural que sorprende, san sencilla como compleja, tan distinta y tan extraña y tan compleja que luego de apenas 15 días se te pega al cuerpo y parece que lleves allí toda una vida.

venerdì 23 aprile 2010

Para los pocos que aun piensen que el porno es un invento moderno, es que no han estado en el templo del sol de Konark: una especie de torre enorme con esculturas de hombres con mujeres, mujeres con hombres, mujeres con mujeres (hombres con hombres no he visto), serpientes de torso humano que se retuercen unas con otras, felaciones, coitos por delante, coitos por detras, posiciones inverosimiles, penes despromorcionados, culos enormes, duos, trios y orgias, incluso he visto -os lo aseguro- varias nignas jugando impudicamente con el miembro viril de tio enorme. Todo ello rodeado de filigrana exquisita, ruedas de carro en piedra de dos metros, elefantes y leones y adornos florales que van desde el detalles infimos a mastodonticas figuras.

Cuando me lo contaron pense que debia tener algun significado oculto, algo relacionado con el extasis del tantra, espiritualidad, religion, energias ocultas y misticismo, pero ahora que lo he visto puedo decir que no, que me equivoco, que el tempo no es ni mas ni menos que una enorme invitacion al disfrute carnal. De hecho dicen que fue construido despues de una guerra y su intencion era precisamente esa: que la gente disfrutara a mas no poder para fomentar la procreacion.

Segnoras y segnores, con ustedes, Konark's Sun Temple:

http://www.google.com/images?client=safari&rls=it-it&q=konark&oe=UTF-8&um=1&ie=UTF-8&source=univ&ei=XmbRS-P_JZDasgPrgv3uCQ&sa=X&oi=image_result_group&ct=title&resnum=5&ved=0CDIQsAQwBA

martedì 20 aprile 2010

India es sucia y descuidada. Entiendo que la higiene posee unos componentes tanto culturales como economicos, entendiendo por esto que hace 40 agnos mis abuelos se duchaban 1 vez a la semana y se cambiaban de ropa los domingos y no por eso podemos decir que eran unos guarros; de hecho quiza hoy en dia occidente tiene tal obsesion con la limpieza que nuestros cuerpos son cada vez mas debiles ante la ausencia de bacterias en el ambiente que, mas alla de causar enfermedades, lo que hacian era reforzar nuestras defensas. Ademas la suciedad de la India no es excesiva. Ciertamente se ven residuos, se ven cosas sucias, manchadas, pero en Roma o Madrid o en Sevilla he visto montagnas de basura alrededor de contenedores que aqui desde luego no existen. Ademas, el hecho de que tengan tanta vaca suelta hace que cualquier residuo organico sea engullido en 24 horas por los mastodonticos cornudos.

A mi las vacas me encantan. Verlas pasear traquilamente, verlas oler los puestos de verdura, rebuscar en los contenedores, reposar en las medianas de las avenidas, o simplemente estar de pie mirando al infinito, paradas, estaticas en medio del trafico, sin hacer absolutamente nada y sin importarles un pepino el caos que sin querer estan provocando (?o quiza lo hacen queriendo?) es realmente maravilloso. Las vacas son como los perros o incluso como los indues: viven en la calle, pasean, comen, se sientan, observan desde la lejania intelectual, quiza se echan una siesta o se relacionan entre ellas y entre los humanos y mas dificilmente con perros y luego siguen su camino, son seres pacificos que viven su vida sin demasiados problemas. Como digo, la vacas, los perros y los hindues viven la vida de similar manera.

India es el pais mas diferente que he conocido en mi vida. Es como el aleman, que creo que por mucho que lo estudie nunca llegare a conocerlo del todo. Hacen unos gestos con la cabeza que no llego a comprender y que nunca se si quiere decir "si" o "no" o "no lo se". El gesto en cuestion es algo asi como echar la cabeza a los lados, como pegar la oreja al hombro de forma rapida. Generalmente significa "si" pero hay veces que luego de decirte ese "si" se te quedan mirando como... bueno, digamos que como vacas, y no sabes si lo que les has pedido lo han entendido, o si no, o si que pasa, lo cierto es que al poco se levantan y te lo traen asi que lo mas probable es que sea un "si con ritardando". Los indios son tranquilos y pausados pero no son lentos. Viven la vida de forma muy natural, aqui todo es flexible. Son precisos, hasta cierto punto, aunque se explican fatal. Es complicado preguntar primero porque no saben ingles, segundo porque no se explican y tercero porque no se saben explicar. Intentas entender que diablos pone en la carta del restaurante y lo unico que concluyes es que "rice" significa arroz y que "curry" es una especialidad local. Les preguntas por una calle y te dicen "para alante", o, si toca, "a la derecha", pero poca gente te indica todo el camino "gire a la izquierda luego la segunda a la derecha y veras una plaza pues alli sigues 100 metros y luego...", no, eso aqui no se destila.

Eso si, sin amables, aunque no sonrien. Tienen una expresion de enfado y el cegno fruncido y no lo hacen porque esten cabreados sino porque son asi. Claro que cuando les caes simpatico se rien un monton, y te ayudan y te acogen, pero para la mayoria eres como un alienigena que no cuadra mucho en su mundo.

India no es un lugar bonito. Entiendo que tienen una historia que les ha legado algunas cosas impresionantes, edificios, naturaleza, un arte muy refinado y una comida excelente, pero cuando tienen que vivir normalmente se descuidan. Las casas no estan arregladas, los edificios estan descuidados. Son descuidados en su forma de vestir y no les importa para nada. He visto calcetines rotos, camisetas sucias, pantalones rasgados, y esto entre personas que os aseguro tienen mas dinero que muchos de nosotros. He visto coches estropeados, motos que echan humo negro, cosas demasiado viejas como para que sea un milagro que sigan funcionando. Edificios preciosos destrozados por el abandono. India es un pais descuidado y esto es lo que menos me gusta, lo demas, suciedad, pobreza y todo eso es absolutamente relativo, pero el descuido me molesta bastante.

De todas formas no todo es sucio. Los indios tienen un concepto propio de la limpieza. Se lavan los dientes, se lavan las manos, lavan lo que comen y limpian sus casas. Limpian los saris y los taparrabos en los rios y en los lagos, y esto es algo que la mayoria de los pueblos de la tierra casi nunca hacen. Me sorprendio el otro dia un tal Debu que me dijo que cuando vivia en Alemania nunca bebio agua de grifo, solo de la botella. ?Que por que? Por miedo a bacterias. "En la India el agua esta filtrada. No te vas a encontrar ni una sola bacteria. Si, es posible que algun vaso este mal lavado, que tenga restos o que este sucio, pero el agua esta siempre limpia". Fijaos que curioso: ellos tienen miedo al agua europea y nosotros a la oriental.

Hoy creo que he contado demasiadas cosas feas, a ver si la proxima vez os cuento las maravillas que estoy viviendo. Os dejo unos apuntes: el hospital ayurveda, el centro de yoga, el enorme swamiji que me enegna asanas, el "venus inn" donde como, el ashram de danza de Elena, el paneer que es como un queso que hacen como la carne, las esplendidas sandias, los zumos frescos y el lassi, los cocos recien abiertos y las maravillosas y raras comidas. Y sobre todo la naturalidad con que se toman las cosas y la tolerancia exquisita de su religion, su forma de entender la vida y su dia a dia cotidiano.

venerdì 16 aprile 2010

La increible y triste historia de un mapa.

Llegas a un sitio donde pone "turist information" y te esperas lo de siempre, una oficina, probablemente pequegna, un mostrador de colores, unos cuantos panfletos, una amable informadora y una sonriente respuesta a las cuestiones que te inquietan.
Ahora imaginad un colegio. Uno de esos, normales. Un edificio grandote, gris claro en este caso, con grandes ventanas y un patio de recreo. Todo viejo y descuidado. Imaginaos dos verjas, una cerrada y una abierta. Imaginaos entrando. Abris la verja, llegais al patio, pasais por palmeras, arboles y terraplenes. Os mira un jardinero con cara de aburrido y pasa bastante de ti. Entrais en el edificio. Vacio. No hay un alma. No hay ni muebles... bueno, si, alli en el fondo, un mostrador de colores, unos cuantos panfletos, de informadora, nada. Respuestas, por tanto, ninguna. Coges los panfletos y dices "voy a subir". Arriba lo mismo: descuidado, viejo, mira, si hay muebles, un par de sillones y un cuadro electrico, cables casi carcomidos, sueltos, mal puestos. Espera: hay alguien, un tio con bigote, casi mas negra su piel que el bigote, sale de un sitio, ni siquiera te mira, se mete en una puerta que dice "toilete". Tu a lo tuyo. Hay como 3 puertas. Esto parece la casa del misterio ?que hago? Me fijo y por una se ve un ventilador: efectivamente, hay alguien. Me encamino a su encuentro cuando oigo pasos por la espalda, que se me acercan, me giro con miedo ?que sera? Ah, si, el tio con bigote. Me decido: "can I ask you?". Le digo lo que busco: un mapa de Bhubaneswar. "?De Bhubaneswar, o de Orissa?" me pregunta. "Both", le respondo, que viene a ser "de los dos". Me invita a sentarme. Entra por una puerta donde dice "Director of turism of the Orissa region". Vaya, he tenido suerte, nada menos que el director de turismo. Oigo un trajin de papeles, abre armarios, cajones. Espero. Sigo esperando. El trajin se silencia y luego continua. Espero y sigo esperando. Vuelve el trajin y el silencio. Pasa como un cuarto de hora. Sale por fin con el mapa "aqui lo tiene" me dice. Lo recibo con una sonrisa y le digo "thank you". Veo que dice "orissa", lo abro, en efecto, es de la region de Orissa. Le digo "perdon, ?y el mapa de Bhubaneswar?". Dice algo incomprensible, me lo repite, entieno que dice que esta ahi dentro. Miro el mapa y no esta. "No, lo que quiero es, ademas, un mapa de la ciudad de Bhubaneswar, de la ciudad en que estamos, con las calles y todo eso ?me entiende?". "Jai ya ya Bhubaneswar k'ha patharataka waka waka" -me mira- "Bhubaneswar here" y me segnala un punto, el mas gordo del mapa, justo donde dice "Bhubaneswar". Claro, esta en el mapa, es la capital de Orissa. Vale, thank you de nuevo, muy amable.

Es lo que tienen los hindues, que se cree que saben ingles pero en realidad no tienen mucha idea. Y encima lo hablan con ese acento tan suyo que se les entiende aun menos, como cuando estaba en el centro de yoga al que me he medio apuntado, me dice uno "?es que no sabes ingles?". Me entraron ganas de preguntarle "?es que tu te crees que lo sabes?".

Asi es la India: hacen real aquello de la impermanencia. Nunca sabes lo que te vas a encontrar. Salgo del (supuesto) "turist information" y me doy un paseo, y mira por donde, me encuentro con otro "turist information". No tengo ganas de describir en detalle la aproximadamente hora y media que pase alli dentro, solo decir que cuando entro lo que veo es un restaurante, luego una oficina de transportes, luego un aparcamiento de autobuses, luego un hotel o algo asi y finalmente una clinica ayurveda. Como el tema me interesa voy y entro y aquello parece una carcel fantasma: un patio interior, un par de pisos de puertas, verjas y cancelas, abro y cierro y entro y salgo por donde me place, no veo un alma. Bueno si, un par de ellas, pero deben de ser eso, almas errantes, porque ni siquiera me miran, creo que si me pongo delante me atraviesan por en medio. Al final a una tercera pregunto y se va a buscar a alguien, claro, lo normal, vuelve con dos periodicos y me dice que me siente y que los vaya leyendo, amablemente se sienta conmigo y me hace de compagnero de lectura, leo en ingles sobre el barsa y sobre nadal, sobre Islandia y alguna cosa mas, pasa como media hora y luego de un subir y bajar de nuevo me dice que el medico esta ya disponible. Entro en una sala y el medico resulta ser una mujer, me pregunta, le pregunto y, ah no, no es el medico, va a buscarlo, me deja con su chiquillo, un morenito gracioso que tiene un movil cantarin y que me mira con curiosidad, me deja el movil, lo escucho, se lo devuelvo, lo escucha, me lo vuelve a dar y asi hasta que vuelve la mujer, esta vez si, con el medico, un tipo joven, bien vestido, de sport se podria decir pero con ropa cara, me explica los precios de los masajes de cuerpo y cara y de esa practica tan curiosa que consiste en derramar un hilito de aceite sobre la frente durante un rato. Me despido y le pregunto "perdone, ?donde puedo encontrar un mapa de Bhubaneswar?". "Abajo, en la oficina de turismo, esto es el hospital ayurveda". Total que bajo y mi amigo de lecturas sigue a lo suyo, es decir leyendo, y le pregunto y sonriendo me dice "not available". No disponible. Pues vaya.


Los sonidos de la India.

Si empiezo asi me direis "que bonito, la India: el silencio, las montagnas, el viento, la paz...". Podria blasfemaros. La india tiene un sonido: el pito. El pito es el sonido de la india. Es el himno, que digo, el idioma. Un pais donde coexisten como 100 lenguas, entre ellas el supuesto ingles, tiene solo un idioma comun y ese es el del pito. De coche, de moto, de cualquier forma de conduccion a motor. Los hay hasta como los de las ferias, el liloliloli de los carruseles, tanto es asi que uno podria imaginarse que detras de casa hay un tiovivo cuando lo que hay en realidad es una carretera. Me lo decia Cristina, que los hidues pitan en vez de usar intermitentes, pero lo siento, Cristina, te equivocas: los usan como los pajaritos, "pio pio", que significa "aqui estoy", y la verdad es que funciona. Vamos, que es la forma de no chocarse. Como las lineas de los carriles son meramente decorativas la mejor forma de no chocarse es indicar donde estas, y el pito es una buena forma.

Eso si, en las casas, por la magnana, es una delicia despertarse con las campanillas. Aqui se hacen los rezos con nombre de "puja", que viene a ser una purificacion. Se va a los templos, o te lo montas en casa, echas un poco de agua, cubres a Ganesh o a Shiva con flores, lo limpias con ghee y yogurt, enciendes incienso, recitas los mantras y haces sonar campanillas. En Turquia me fascinaba levantarme con el sonido de un iman cantando, y aqui es bonito hacer lo mismo con las campanillas de los brahmanes. Es algo que corta el silencio, que invita a empezar el dia, que despierta a los pajaros y a las vacas y a los perros y a las ranas y lagartijas que habitan en las calles de India. Te levantas con un cierto gusto. Luego la campanilla deja paso al bonito pito.

Las vacas, por cierto, no suenan. No dicen ni mu, literalmente. Viven felices, como los perros, callejeras, comiendo los restos de las frutas y verduras que encuentran o que les sobra a los comerciantes y que dejan en unos cubos que las vacas ya reconocen como comederos. Las vacas son como los perros. Como digo, callejeras. ?Que si son sagradas? Pues si, como los perros, como las ratas, como las serpientes y como las aragnas y los sapos y los monitos y las iguanas y como todo bicho viviente. Lo que pasa es que se les ve mas. Sera que como son grandes, pues abultan. Las vacas son respetadas, porque nos dan leche, porque nos dan colorido y porque no hay un animal mas pacifico en el universo. A veces hay que darles con una vara para que se aparten y dejen de bloquear el trafico, pero como no dicen ni mu a veces ni se inmutan. Me encanta ver las vacas, paseando, sentadicas o simplemente de pie sin hacer nada. Que es de los mas normal.

Es que aqui no se las comen. Lo mas que llegan es al pollo, y casi que con reparo. Sono como muy vegetarianos los hindues, o casi, los hay que no comen ni pollo, y los hay para los que el pollo es como un pequegno exceso que permitirse de tanto en tanto. Eso si, te os venden vivos, asi que como no tengo ganas de interrumpir el concierto de pitos y campanitas lo suelo comer preparado. Y tengo que decir que es bueno, como casi todo lo que se come en la India.

mercoledì 14 aprile 2010

India

En India existen 3 tipos de danza clasica (clasica = danza codificada y estructurada): odissi, katak y bharata natyam (aqui teneis un link con los tres estilos bailados a la vez). De la region en que estoy, Odissa, viene precisamente la primera de ellas, el Odissi, y en Bhubaneswar se encuentran algunos de los mas famosos maestros de esta danza.

Pues tras el primer dia de shock, con tipica diarrea del viajante incluida, afortunadamene ya pasada, hoy me ha ocurrido una cosa excepcional. Elena esta aprendiendo odissi en la escuela del que muchos dicen sea el mejor guru de la India (el mejor guru para este baile). Ayer hablo de mi, y una chica quiso conocerme para que le ensegnara yoga. Lo de exepcional empieza aqui: ?yo, un espagnol, ensegnando yoga en la India? Me parecia absurdo. Para que veais lo que se practica yoga por estas tierras... total, que esta magnana temprano acompagno a Elena a las clases.

La escuela no es mas que la casa del guru, una casa grande, y muy limpia, lo cual aqui es toda una alegria. Entramos y parece deshabitada, y en vez de tocar un timbre o llamar a la puerta, directamente entra. Subimos una terraza, saludamos a algunas personas, entramos por un sitio y nos metemos en la sala de baile. Alli empiezan a llegar una chica de New Mexico, una taiwanesa pero que sabe italiano, una peruana y un par de indias muy guapas, todas en perfecto sari. Luego llega la chica esta que queria hacer yoga, que no es tan chica, y que me dice que luego nos vemos, que tiene que hacer el puja (los rezos de purificacion cotidianos). Llega el guru y todas lo saludan postrandose a sus pies. Yo me quedo un momento como sin saber que hacer y el mismo se me acerca y me da la mano de muy occidental manera. Empiezan la leccion y yo me voy afuera para no molestar. Todo me parece confuso y extragno.

Me quedo en una terraza haciendo un poco de ejercicio cuando aparece la mujer que queria hacer yoga, se trae un par de colchonetas y me dice que le explique algunas cosas. Elena me habia avisado de lo que ella queria, que si le duelen los hombros, que si baten fuert con los pies, que si la postura les causa molestia a los lumbares, total que ya habia pensado unos ejercicios. Empezamos a hacerlos y me sorprendo que en realidad se mucho mas que ella, que no los hace del todo bien y que tengo que corregirla. Parece que le gusta, me pide mas y me dice que se siente muy relajada. Se nos une la chica norteamericana, hacemos un poco mas y luego se van todas.

Aparece un chaval ruso y se me pone a contar de su guru, de que vive en la india, de que busca una medicina que crece en entre China, Tibet, Nepal e India. Resulta que es el novio de la peruana y cuando me doy cuenta llevamos mas de 1 hora hablando. Me dice que si quiero ver la clase de danza y le digo que claro, que si no molesto, y me dice que para nada.

Total, que me voy a ver la clase de danza... y aqui viene lo segundo extraordinario. Mira, la danza odissi es una de las cosas mas bonitas que he visto en mi vida. Es precisio, es devocion, es una belleza en cada gesto, en cada movimiento, en cada salto, taconeo (con pies descalzos), giro o movimiento. Son mudras dificilisimos, son miradas, sonrisas, teatro mudo, es musica maravillosa, ritmo fuerte y giros elegantes. Algo precioso.

Y lo tercero extraordinario, lo mas extraordinario de todo, es cuando el ruso me cuenta que esa mujer que esta bailando, una de ellas, la mejor, que es la misma a la que le ensegne yoga, es por lo visto una de las bailarinas mas famosas de odissi de todo el mundo, una que ha estado en medio mundo, en Europa, en Japon, en norteamerica, en teatros y festivales de todos los lugares de la tierra, y de pronto me digo "vengo a la india a aprender y resulta que acabo ensegnando yoga a una de las bailarinas mas grandes de la india".

Estas cosas solo pueden pasar en este extraordinario pais.

PD: Aqui la teneis, Surja Mohapatra