martedì 27 novembre 2007


Un colapso ecológico acabó con la cultura argárica del Sudeste ibérico

Vasijas de la cultura argárica. (Foto: Universidad de Murcia)

ROSA M. TRISTÁN

Los argar, llamados así porque los primeros indicios de su existencia aparecieron en el poblado almeriense de El Argar, fue una de las primeras sociedades urbanas de Europa Occidental, en plena Edad de Bronce. Después de alcanzar un amplio grado de desarrollo, su desaparición repentina, unos 1.500 años a. de C., siempre ha sido un misterio. Algunos creen que se debió al agotamiento de las minas en las que conseguían el material para hacer sus adornos, sus puñales o sus hachas, otros hablan de invasiones o de cambio climático.

Sin embargo, José S. Carrión, del Departamento de Biología Vegetal de Murcia, y sus colegas aseguran, en la revista científica 'Quaternary Science Reviews', que hubo un desastre ecológico causado por el hombre en una región que ya era propensa a la sequía.

Los investigadores tomaron dos testigos de los sedimentos acumulados en el suelo de la Cañada del Gitano (Sierra de Baza) y en la Sierra de Gádor. La máxima profundidad a la que llegaron fue 4,17 metros, hasta dar con el lecho de roca. El objetivo era reconstruir el ecosistema de aquella lejana época. "Retrocedimos hasta 8.400 años en la historia y comprobamos que ya hace 5.500 años el clima inició un cambio, se hizo más árido, pero la vegetación se adaptó y no hubo colapso", explica Carrión a EL MUNDO.

Sin embargo, con la cultura argárica, hace unos cuatro milenios, se intensificó la minería y comenzaron a producirse excedentes agrícolas y una mayor explotación de los bosques. Gracias a los carbones, se sabe que hace unos 4.100 años se extendieron los fuegos provocados, quizás para aumentar los pastos, y hace 3.800 años la vegetación había cambiado: los bosques originales se transformaron en matorrales y plantas espinosas.

"Se perdió una gran biodiversidad ecológica y de forma muy rápida, en menos de una década. El cambio del clima no transformó el ecosistema, pero sí lo hizo la tala, los fuegos y el exceso de población. Se acabó la madera y sólo 300 años después la cultura argárica desapareció", argumenta Carrión. La agricultura y el pastoreo, básicas para su supervivencia, se hicieron imposibles y las comunidades tuvieron que emigrar.

Con estas conclusiones en la mano, el investigador recuerda que son muchas las culturas que han sufrido "un suicidio ecológico por sobreexplotación del medio», sobre todo en sociedades que han vivido en los márgenes de ecosistemas frágiles". "Debemos aprender del pasado. Cuando las comunidades son pequeñas, son sostenibles, pero el problema llega con la sobreexplotación brutal de un espacio", advierte.

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