sabato 15 settembre 2007
Un jardín
Una vez empecé un blog y fue un rollo, me aburrí. No tenía nada que escribir. Ahora en realidad tengo más que escribir, quizá, o quizá no, quién sabe, pero lo voy a hacer. A ver qué pasa. Pues eso.
Un jardín zen es un trocito de planeta tierra en que se colocan unas cuantas rocas, un par de árboles o un poco de yerba, o nada, y se rodea todo ello con tierra o o piedrecitas muy pequeñitas o cantos rodados de tamaño pequeñito. En ella, en la tierra, el monje zen tiene que pasar de vez en cuando un instrumento que quita las hojas que hayan caído, o los bichitos, o las cosas que el viento o la gente haya dejado en su paso. Con ese instrumento, parecido a un rastrillo pero que se lleva a la espalda, se forman esas típicas curvas que son tan peculiares.
Los jardines zen están de moda, y se venden muchas veces en las tiendas y los supers como instrumentos de relajación, para que te desestreses. Te los venden con rastrillo y todo, para que hagas tus figuritas en la arena. Puedes hacer circulitos, puedes hacer olitas, ¡como en el mar!, puedes escribir tu nombre, o el de tu amorcito, o puedes dibujar los objetos que tengas ganas en ese momento. Y puede que te relajes o puede que no y puede entonces que te hartes y lo tires a la basura como el puzle de 15.000 piezas que te compraste o la pelota relajante que te regalaron y que terminaste por destrozarla con las uñas del estrés que te dio.
Pues eso. Que está de moda. Pero es que un jardín zen, de esos, de los grandes, de los que están en Xapón desde el 1.300 D.C. (o 700 A.Z.P.), en verdad no son relajantes. Tampoco es que sean estresantes. Simplemente, son.
Son como obras de arte, pero obras de arte de las que no duran mucho. Duran lo que dura en pasar el tiempo. Una vez que el monje zen ha pasado el rastrillo, pasa el tiempo, y con el tiempo pasa un bichito y deja una caquita, y con el tiempo pasa el viento y deja una hoja, y luego pasa un curioso y deja una lata de coca-cola, y el jardín zen ya no es la misma obra de arte que era antes. Y entonces, luego de un poco, el monje zen se endosa el rastrillo en la espalda y vuelve a pasar y en su paso quita todo lo que el tiempo dejó. Y crea nuevas curvas y formas. Y el tiempo vuelve a colocar cosas en su paso, y el monje vuelve a endosarse el rastrillo y a crear nuevas curvas.
Entonces, ¿qué es el jardín zen? ¿Un instrumento para relajarse? ¡Pobre monje -dirían algunos- que tiene que pasar eternamente el rastrillo para dejar el jardín zen limpito! Pues eso. Un jardín zen es una metáfora. De que nada es permanente. De que si quieres mantenerte limpio tienes que volver a limpiarte. Y de que por mucho que te limpies no volverás a ser el que fuiste.
Y de que, de todas formas, puedes seguir siendo una obra de arte, aunque te estrese limpiarte todos los días, una y otra vez. Y aunque, por mucho que te esfuerces, el paso del tiempo hará que todo sea siempre distinto. Somos un jardín, un jardín impermanente.
Iscriviti a:
Commenti sul post (Atom)
6 commenti:
Jojojojojo!! Bienvenu! Willkommen! Welcome!
Es un honor ser el primero en dejar rastro en este jardín impermanente. Nada de latas, ni caquitas,... yo planto aquí mi pie descalzo, como los de la Nasa.
Buen comienzo! Sí señor! La metáfora me ha molao... voy a comprarme un rastrillo, pero ya.
Bueno, para que sirva de presión para actualizar esto de vez en cuando y no dejar perecer este ciberterrenito como el anterior, te añado ahora mismo a la lista de enlaces en el mío! Vaaaaargamee...
Y yo tampoco voy a dejarlo paxar, como el anterior. ¡¡Éste es mucho, pero mucho más chulo!!
Una sugerencia:tienes restringido el poder comentar a los bloggeros únicamente. No sé, pero a mí me hace más gracia que cualquiera que vea el blog pueda dejar sus impresiones. Lo digo por si lo tenías configurado así por defecto...
Ciao
Pues es cierto... ?me dices còmo se hace?
Veeeery easy: vete a Configuración y en la pestaña Comentarios puedes cambiar a "Cualquiera" la Opción de "Persona que puede realizar comentarios".
Yatà.
Posta un commento