venerdì 21 settembre 2007

El Kart, man.

Como todos sabéis, el hinduismo cree en la reencarnación. Gracias al hinduismo, el budismo también cree en la reencarnación. Aunque, según ellos, este concepto no es tanto un dogma como una realidad científica. En Occidente la gente cree menos en la reencacnación, a pesar de que gente como Pitágoras o Platón sí que la creían.

Según la "teoría oriental" de la reencarnación, cada acción que haces produce "karma". Si matas a un perro, tu karma personal se hace más negativo. Si ayudas a una viejecita a cruzar la calle, tu karma personal se hace más positivo. Así, según el karma que acumules, tu vida en el futuro te irá mejor o peor, y, si tu karma personal no es extinguido en esta vida, pues te lo llevas a la vida siguiente. Es la ley de la causa y el efecto: todo lo que hagamos tendrá su efecto, antes o después, inexorablemente.

Para cualquier occidental con 2 dedos de frente todo esto no son más que paparruchas. Y puede que sea así. Sin embargo, una cosa es cierta: las cosas que hacemos, que decimos y que pensamos no son neutras, sino que tienen un efecto. Si un día pensamos muy mal de una persona, y nos ponemos a decir cosas sobre él (o ella) a nuestro compi, cosas como "¿has visto lo que hizo ayer Pituca? ¡Qué sin vergüenza! ¡Pero vaya morro que tiene! Claro, así no me extraña que Dionisio le haya dejado, ¡es que se lo merece!", y seguimos así durante un rato, cuando terminamos de criticar y nos vamos a casa, en realidad toda esa crítica destructiva sigue dentro de nosotros, no nos abandona. Pensar "mal" nos estresa la mente, nos revuelve las ideas, nos provoca tensiones, tensiones que se acumulan en los hombros y nos dan dolor de espalda, que nos da pellizcos en el estómago y nos revuelve la barriga. Habrá quien diga que soy un exagerado, pero ¡fijaos! Y decideme si no es así.

Por contra, pensar "bien" nos relaja. "¿Has visto Pituca qué bien que viene hoy? ¡Qué elegante, qué sonrisa, qué simpática! Claro, ¡así la vi ayer con Crisofio, tan contento! Qué alegría, qué contenta que estoy, ¡¡esto me huele a bodorrio!!". Cuando pensamos "bien" el mundo nos sonríe, la mente se relaja, el cuello está como más suelto, la barriga nos duele menos.

Todo esto lo digo porque solemos tender a ignorar esta cosa del "karma". "Total, si todos nos tenemos que morir". "Anda, con el calorcito tan bueno que tenemos con el cambio climático". "Total, yo solo no voy a cambiar nada". "¿Por qué tengo yo que ayudar? ¿Y a mí quién me ayuda?". "Anda ya, ¡¡que empiecen ellos por tenerme respeto y hablame bien!!".

Sí, es difícil "portarse bien", y también decir "bellas palabras", y más aún "pensar cosas positivas". Pero las consecuencias están ahí. Que exista o no la reencarnación, eso no lo sé. Que el karma actúa de verdad, pues qué se yo. Pero que cada cosa que hacemos, decimos y pensamos tiene una consecuencia, eso creo que está fuera de toda duda. Primero, en nosotros. Y segundo, en los demás.

Porque, ¿cuántas veces nos ha cambiado un día negro el escuchar una canción que nos gusta? ¿O el recordar un momento bonito? Y no digamos ir a la ventanilla de la oficina de turno a arreglar vete tú a saber qué papeles... y que el funcionario de turno te sonría. O, simplemente, ver a un niño por la calle... y que sonría.
Eso sí que te cambia la vida.

Pues tú podrías hacer lo mismo.

2 commenti:

Tom� ha detto...

Si cuando digo yo que tú te fumas algo que todavía no nos has presentado...
Es cierto lo que dices. Pero hoy en día lo que se lleva es hacerse amigos para luego pisotearlos y subir en el curro a su costa.
y sí, yo no creo en la reencarnación, como hace años que no lo hago en la religión en general, pero parece que esto es una vez más, una lección de moral impartida por la religión.

japogo ha detto...

Quiero ser optimista en ese sentido y creer que cada vez aplicamos más la teoría del karma, en el buen sentido de la palabra. Por regla general estamos más concienciados sobre los efectos que podemos causar partiendo desde el indivíduo y extrapolándolo a la gran masa. Es evidente que controlamos más nuestras acciones, por insignificantes que puedan parecernos, pensando en el futuro a corto o medio plazo.
Si a estos efectos materiales le buscamos el equivalente espiritual, es de cajón que una simple sonrisa ó un abrazo sincero a tiempo pueden contribuir a cambiar a mejor posturas e ideas ante la vida.
Y lo más curioso es que no nos cuesta nada... pero sí nos cuesta mostrarlo.