La mayoría de las personas responderían que todas estas cosas surgen y se originan en el cerebro, ese órgano enorme y misterioso que parece hacernos ser lo que somos. El cerebro, el ordenador central, la inmensa red de neuronas, células nerviosas e impulsos electroquímicos, ahí se forma todo. ¿Ahí se forma todo?
El cerebro en realidad no está aislado: las conexiones nerviosas parten del bulbo raquídeo y se dirigen a todo el cuerpo. Pasan por la columna vertebral, se ramifican y se expanden hasta el rincón más alejado, hasta el más pequeño. Captan impulsos externos, sensaciones internas, frío y calor. Impulsos eléctricos y químicos, cambios de presión, radiación electromagnética. Variaciones de cualquier género son recibidas y convertidas en señales que son reportadas hasta el computador central, que las procesa, las compara, las evalúa y genera otras nuevas. Éstas a su vez son enviadas hacia los músculos, hacia los huesos, hacia los órganos, a cada célula, que reacciona, se mueve, cambia, hace cosas. Liberan hormonas, señales químicas, movimiento, calor. Se modifican y modifican el ambiente que las rodea, lo cual genera nuevas sensaciones que son recogidas y enviadas de nuevo al cerebro. Y así sucesivamente.
Las sensaciones que captan se convierten en ideas. Si el pie capta una señal de dolor, mi atención se vuelve hacia el pie, dejando de lado el hilo de mi pensamiento para centrarse en eliminar el dolor de pie. Si la mano acaricia mi gata, la sensación de placer hace que me concentre en esa sensación y que la amplifique, generando pensamientos relacionados con la textura, el color o el olor del pelo de mi gata. Los pensamientos no surgen solos: surgen en relación con el medio en que nos encontramos.
Si contempláramos el cuerpo humano por dentro, y pudiéramos ver sólo la red mixta de neuronas y hormonas -los auténticos transmisores de información intracorpórea-, veríamos que hay dos zonas especialmente entretejidas por éstas: uno es, claro que sí, el cerebro, y otro es, fíjate, la barriga. La barriga es un centro nervioso y hormonal de una importancia crucial. En la barriga (y aledaños) se concentra el mayor número de órganos vitales de todo el cuerpo: estómago, intestinos, riñones, hígado, páncreas, órganos sexuales y más aún. Pero además, en la barriga surgen y terminan algunos de los nervios más importantes para la vida, y en especial algunos de los encargados de la relajación y el bienestar: los que forman el sistema nervioso parasimpático. En la barriga se produce el mayor gasto de energía y esfuerzo que el cuerpo realiza todos los días: la digestión. En la barriga se almacena la mayor cantidad de residuos, toxinas, sustancias tóxicas y desechos que han de ser eliminados: las heces. En especial, el intestino delgado cumple una función muy sutil pero muy importante, porque no sólo es la zona en la que se hacen las últimas y cruciales fases de la digestión, no sólo es la puerta por la que entran al cuerpo los alimentos, sino que es, además, una zona en la que se generan gran parte de las defensas del organismo. Y, por si fuera poco, hace de espejo a todas las emociones y sensaciones que ocurren en el cerebro, produciéndose una continua interacción entre ambas partes. Es por esto por lo que se le llama muchas veces el segundo cerebro.
El cerebro (de arriba) no está solo: su función de pensar y sentir y traducir sensaciones se realiza en sintonía con todo el resto del cuerpo, y en especial coordinación y relación con este segundo cerebro. Y, qué curioso, si resulta difícil mantener en forma (al menos físicamente) ese primer cerebro (porque no tenemos acceso a él), sí que podemos actuar sobre el mismo ejercitando y manteniendo adecuadamente este segundo cerebro.
En el yoga (hablo del yoga porque es lo que conozco) prácticamente todas las posiciones y ejercicios y las técnicas de respiración actúan, directa o indirectamente, sobre la zona de la barriga. Existen técnicas específicas de limpieza y puesta a punto que se dirigen a la zona abdominal. Las prácticas de relajación y concentración inciden una y otra vez en el bienestar de la panza. De esta forma, actuando por esta puerta, se accede al bienestar global de todo el ser humano, alcanzando no sólo su parte física, sino también racional, mental y emocional.
Y la alimentación, que nos aporta la vida en forma de nutrientes, nos puede aportar tranquilidad, relajación, y sensaciones de alegría y felicidad. Si consumimos alimentos que alegren a la barriga -esto es, frutas frescas, verduras, cereales con fibra y alimentos integrales- y reducimos las bombas de grasas y proteínas animales, necesarias pero de difícil digestión, conseguiremos descargar de trabajo al estómago, intestino y demás órganos involucrados en su descomposición y absorción. Una digestión de arroz y verduras dura apenas una hora, mientras que una de carnes y fritos puede durar más de tres. La sensación de bienestar que surge tras un buen tránsito intestinal es reconfortante, mientras que el malestar causado por una digestión pesada o por una excesiva acumulación de heces nos lleva a sentirnos mal, estresados, cansados y sin energía.
Por esto, el ejercicio y la alimentación son más importantes de lo que habitualmente se piensa: no sólo son necesarios para la subsistencia, sino que nos ayudan, una vez satisfechas las primeras necesidades, a pensar mejor, a sentir mejor y a vivir más felices y en paz con nosotros mismos.
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