Estimado
Sr. Garzón,
Recientemente
he tenido la oportunidad de leer este
artículo que publicó usted en la página web de Attac. En él
hace uso de las cifras del Banco de España para construir un gráfico
en el que se demuestra de manera incuestionable que la deuda española
se debe en su mayor parte a la actividad de endeudamiento que han
tenido las empresas privadas. Como muy bien dice usted mismo,
“ese
endeudamiento no ha sido responsabilidad de los agentes públicos,
como el populismo de derechas pretende hacernos creer, sino que han
sido los agentes privados los que han vivido “por encima de sus
ingresos regulares”. Como se puede comprobar en el gráfico, son
especialmente las sociedades no financieras las que aceleran su
exposición a las deudas, seguidas por los hogares.”.
Le
escribo esta misiva porque tengo un problema. Mi problema, o mi
desgracia, es que no soy economista. En su momento me lo planteé
como carrera profesional, llegando a figurar en mis preferencias
universitarias en el puesto tercero, por detrás de la ingeniería
(que, finalmente, cursé) y la física. Por este motivo, carezco de
las herramientas y los conocimientos necesarios para juzgar con
plenitud los asuntos económicos. Pero, cuando vi este gráfico, me
quedé sorprendido.
Literalmente,
me quitó el sueño. Tanto es así, que llevo pensando en él todo el
fin de semana, con sus días y con sus noches. Me sorprendió por
encima de todo una cosa: que, a pesar de las voces que en España
piden una reducción del gasto autonómico, el peso de la deuda de
las autonomías es prácticamente residual si se compara con las
demás.
Esto me
sorprendió más todavía porque recientemente tuve la oportunidad de
leer que el gasto autonómico representa tres cuartas partes del
gasto público total en España. Me parecía una contradicción
absurda que la mayor parte del gasto genere una deuda tan pequeña.
Le aseguro que, por momentos, no he podido dormir pensando en esta
inquietante cuestión.
Sin
embargo, ayer por la noche creí ver una pequeña luz que resolvía
el dilema: el hecho de que las autonomías no pueden emitir deuda
pública. Si estoy en lo cierto, sólo los estados soberanos están
capacitados para emitir letras y bonos internacionales, que se venden
y se compran en los famosos mercados. Esto me lleva a la conclusión
de que lo que ocurre es que las autonomías no se financian ellas
solas, sino que lo hacen, en su mayor parte, a través de la
financiación estatal. Es decir, que es el estado el que financia los
gastos y las deudas de las entidades regionales, y no ellas mismas.
Si esto
es verdad, una de las conclusiones de su artículo, donde asegura que
“aunque
se intentara atajar la deuda pública sería irracional hacerlo
atacando a las CCAA y promoviendo la fusión de ayuntamientos
pequeños”, es falsa. Es evidente que sería irracional pedirles
reducir su deuda para que se reduzca significativamente la deuda
global del país, puesto que, lo que es deuda, prácticamente no
tienen. Pero lo que sí se les puede pedir es que reduzcan su gasto,
y esta reducción provocaría una bajada de la deuda de la
administración central, que es quien la financia.
Hasta
aquí llegué ayer por la noche. Con este pensamiento en la cabeza
conseguí quedarme dormido, pero mi mente seguía agitada. Tanto, que
a las 7:23 a.m. me desperté sobresaltado.
Dice
usted en su artículo que “el problema económico español está en
el endeudamiento privado y no en el público”. Su gráfico, con
datos del Banco de España, lo corrobora: la deuda de las sociedades
privadas no financieras es significativamente más alta que las demás
curvas. Los datos son irrefutables, y contra ellos no puedo decir
nada. Pero sí contra su interpretación.
El
domingo pasado pude conocer que alrededor de la mitad de esa deuda
privada no financiera la poseen las empresas del IBEX35 que no son
bancos. Es decir, las veintipico empresas privadas más importantes
de nuestro país.
Mi
sobresalto de alcoba se produjo cuando me di cuenta de que esas
empresas no sólo invierten en España, sino también fuera de sus
fronteras. Esto significa que Telefónica, Repsol o Inditex tienen su
negocio fuertemente internacionalizado. Es más, en algunos casos
poseen más intereses económicos fuera que dentro de España.
Desconozco
cuál es la estructura de la deuda de estas empresas, pero puedo
imaginar que una gran parte de la misma la asume la matriz, lo que
viene siendo la empresa central con sede en España, con la que,
probablemente, estarán financiando sus negocios internacionales. Si
esto es así, comparar esa deuda con el PIB español es, cuando
menos, y como se dice en el ajedrez, una imprecisión. Es como
comparar el tamaño del pene de un asno con el receptáculo femenino
de un gorrino hembra, únicamente porque ambos vivan en la misma
granja. Evidentemente, el primero no cabe en el segundo, a pesar de
que compartan unas mismas fronteras. Lo suyo sería compararlo con
los de las burras de las granjas de los alrededores, que son los
lugares en los que el citado miembro tendrá que ser encajado.
Perdóneme la comparación soez pero creo que da una idea bastante
significativa de lo que quiero expresar.
Si
estoy en lo cierto en ambas cuestiones (la de la deuda soberana y las
autonomías y la de la deuda privada comparada con el PIB), las
conclusiones de su artículo son erróneas. Esto me lleva a tres
ideas, que me permito exponer a continuación con toda la franqueza
de la que soy capaz:
(1)
Que ustedes los economistas, en muchos casos, no tienen ni pajolera
idea de lo que hablan. Ustedes usan el razonamiento matemático para
demostrar sus tesis, y, cuando las hacen públicas, lo hacen, como
quien dice, sentando cátedra, diciendo que las cosas son exactamente
como ustedes las plantean. Sin embargo, la economía no es una
ciencia exacta. La física sí lo es, y la ingeniería, su heredera,
cuando llega a una conclusión es universal e irrefutable. Los
puentes no se caen porque las estructuras que se calculan son
precisas, lo que quiere decir que dos ingenieros distintos haciendo
los mismos cálculos llegan a una conclusión similar. Sin embargo,
ustedes los economistas rara vez se ponen de acuerdo. Usando los
mismos datos y las mismas herramientas sólo coinciden, casualmente,
cuando el color político con el que se tiñen es parecido. La prueba
de ello es que ustedes, como colectivo, no consiguen dar una solución
única, es decir, universal e irrefutable, a los problemas que nos
afligen, en especial al de la crisis actual.
(2)
Que ustedes los políticos son capaces de, no voy a decir manipular,
pero sí utilizar los datos en función de lo que quieran decir. En
su caso, usa usted una fuente tan fiable como el Banco de España
para concluir que el problema de la deuda está en las empresas
privadas, y el de la deuda pública en el estado central, y no en las
autonomías. Si yo estoy, totalmente o en parte, en lo cierto, usted
no tiene (parcial o totalmente) razón, y esto me hace intuir que sus
razonamientos se ven en gran medida influenciados por el alineamiento
neomarxista y postkeynesiano que usted mismo afirma profesar. Es
decir, que usted, como político, no es imparcial. Usted, como toda
persona humana, ve la realidad a través su particular prisma. Esto,
sinceramente, no me preocupa, pero sí el hecho de que use
erróneamente unas cifras para convencernos de su visión de la
realidad.
(3)
Que yo adolezco de dos defectos: (a) mi desconocimiento en materia
económica y (b) mi creciente desconfianza en las personas que, como
usted, poseen responsabilidades políticas.
De
estas tres conclusiones le aseguro con sinceridad que es la tercera
la que me parece más razonable. Le aseguro que no estoy siendo
cínico en esto, y es por ello por lo que le escribo esta carta. Le
estaría muy agradecido si usted se tomara tiempo para responderla,
argumentando los errores que en la misma haya podido cometer. Le
aseguro que tanto el contenido de estas líneas como las que usted me
responda las voy a hacer públicas entre mis círculos de amistad sin
cortar ni modificar una coma. Deseo con total franqueza que sus
múltiples ocupaciones le permitan dedicar unos minutos a ello.
Le
saludo con cordial afecto y le deseo una buena mañana. Entre otras
cosas, porque de lo que usted haga depende mi futuro como persona y
como trabajador autónomo que soy.
Muchas
gracias,
Ignacio
Moreno Flores.