Recientemente se ha desatado una de esas polémicas que atacan cíclicamente al yoga. En este caso la excusa ha sido la denuncia que se ha hecho a John Friend, el fundador del Anusara Yoga®, un sistema moderno de práctica yóguica convertido en una lucrativa franquicia. Algunos de sus alumnos le acusan, ante los tribunales, de abusos sexuales a sus discípulos, además de estafas económicas, financieras, del uso de drogas y otras cosas.
No es la primera vez que esto sucede. Ya en los años 60 se acusó al Maharishi Mahesh Yogui, el guru que los Beatles visitaron en India, de intentar seducir a varias mujeres en las sesiones de meditación para obtener favores sexuales, entre ellas la actriz Mia Farrow. Acusaciones similares se han hecho de otros maestros, como Sai Baba, Osho o incluso Gandhi. Pero, ¿cuál es la relación entre sexo y yoga? ¿Qué dicen los maestros sobre este asunto?
El sexo y la energía vital.
La primera referencia en la que aparece citado el sexo en un texto clásico del yoga data del siglo III a.C. En los Yoga Sutra de Patañjali, la primigenia compilación histórica de la ciencia del yoga, se nombra al celibato como uno de los deberes que tiene que observar el practicante. Sin embargo, este abstención sexual no se debe a ningún principio moral ni religioso, sino que adquiere una finalidad más práctica. De hecho, en el sutra II.38 se afirma, literalmente, lo siguiente: “el célibe consigue vitalidad”.
La vitalidad es una de las metas del yogui. La obtención y conservación del prana, la energía cósmica universal, y su utilización para fines espirituales, son una de las bases del yoga. Más, incluso, que la relajación o el propio bienestar físico. Muchos modernos maestros de yoga afirman que la cantidad de energía que se desata durante la actividad sexual, en forma de hormonas, impulsos eléctricos, aceleración del ritmo cardíaco y demás, puede y debe ser aprovechada para fines más elevados que el puro placer sensual. Con el uso de las técnicas adecuadas, que permiten encaminar esta energía hacia los adecuados centros energéticos, se consigue un estado elevado de consciencia. Se dice que el orgasmo, en especial la eyaculación masculina, desperdicia todo este torrente energético. Evitándolo, y dirigiendo adecuadamente ese potente flujo vital, el yogui consigue acercarse progresivamente al samadhi, el estado de iluminación espiritual.
Estas técnicas se consideran, en su mayoría, difíciles de realizar, cuando no peligrosas, en especial para un practicante poco iniciado. Es por ello por lo que se suelen mantener en relativo secreto, y, en todo caso, sólo se pueden aprender con la guía de un maestro experto.
El sexo y el yoga tántrico.
Uno de los grandes temas que generan confusión en occidente es el relativo al tantra. Buena parte del público que no conoce en profundidad el yoga tiene la creencia de que una de las vías del yoga, el llamado tantrismo, consiste en practicar sexo de forma desenfrenada y durante horas hasta conseguir el máximo placer posible. Declaraciones de famosos y artistas, como por ejemplo Sting, que asegura que gracias al tantra practica sexo todas las noches durante 8 horas seguidas, han ayudado a mitificar este asunto.
Nada más lejos de la realidad, esta visión del tantra es sólo una distorsión moderna. De hecho, las escuelas tántricas, nacidas hacia el periodo medieval en la India, son una especie de collage de técnicas que incluyen el uso de meditación, de mantras, de prácticas corpóreas, pujas (rituales), prácticas de purificación física y mental y otras muchas para fines espirituales. El tantra se encuentra presente no sólo en el yoga, sino en multitud de vías religiosas de Asia, como, por ejemplo, el budismo.
Algunas de las formas de tantra incluyen el uso de las energías sutiles. El ejemplo más claro es el kundalini tantra, en el que se entrena el cuerpo para despertar una energía (la kundalini) que “duerme” en la base de la espina dorsal. Haciendo que ésta se eleve a través de los canales del cuerpo, va abriendo los principales chakras, para terminar en el Sahasrara, el centro energético que se encuentra en la parte más alta de la cabeza. Al alcanzar este punto el practicante consigue el samadhi. De nuevo, algunas de las prácticas de kundalini tantra incluyen las energías sexuales. La realización de sesiones de sexo en pareja puede desatar esta energía, pero sólo si se observa una disciplina muy estricta que incluye, de nuevo, evitar la eyaculación y el orgasmo, dirigirlo hacia el lugar adecuado y excluir cualquier tipo de finalidad puramente placentera o sensual.
El sexo en el yoga y el celibato en la India.
El celibato es considerado por los hindúes como una de las máximas aspiraciones, que puede tener un ser humano. No es extraño que parejas casadas anuncien solemnemente a sus hijos su decisión de comenzar a ser célibes, aún siguiendo estando casados. Esta decisión suele ser celebrada con alegría por sus vástagos ya que es parte del camino hacia una realización personal más completa. El mismo Gandhi renunció al sexo a la edad de 36 años, aunque después comenzó a dormir con jóvenes desnudas, entre ellas varias de su propia familia, para probar su autocontrol sexual y como parte de sus prácticas de purificación energética, lo cual fue tremendamente polémico y malentendido en Occidente.
En la India es muy normal ver por la calle a personas vestidas con túnicas de color naranja. No todos, pero sí una gran parte, son swami (monjes) renunciantes. Por lo general no pertenecen a ningún grupo organizado (como podríamos imaginar en los monjes cristianos) sino adquieren su condición después de vivir y aprender durante varios años con un maestro. En el momento de adquirir el hábito, queman sus ropas en una hoguera que simboliza su retiro del mundo y el abandono de los placeres físicos. El color naranja de su nueva ropa es precisamente el del fuego que quema los deseos mundanos. A partir de ese momento su vida se dedica a Dios y a la realizar en sí mismos la suprema realidad divina.
La mayoría de maestros de yoga son swami renunciantes. La mayoría, pero no todos. También los hay que se mantienen casados y que siguen practicando el sexo, y en este caso su hábito suele ser de color blanco.
Todo esto está muy bien, pero... y yo, ¿qué hago?
La mayoría de los que practicamos yoga no renunciamos al sexo. Ni renunciamos ni queremos hacerlo. Entonces, ¿qué nos aconsejarían los maestros? Probablemente dirían lo mismo que dicen de todo. El sexo, como todas las cosas que existen, es una actividad inherente al propio hecho de estar vivo. El sexo es algo natural, y como tal ha de ser vivido. El mismo Krishna, el Dios reencarnado, uno de los avatares de Vishnu en la tierra, practicaba sexo con cientos de gopis, además de estar unido a Radha, una mujer casada. Esto, aunque sea algo simbólico, nos da una idea de cómo el sexo es algo natural en el yoga. Existen ejemplos de templos en India en los que el sexo se muestra de una forma explícita.
Pero, igualmente, y como todas las cosas, el sexo puede tener una parte dañina. La actividad sexual es algo natural, está claro, que nos puede unir a la otra persona y, por extensión, a todo el universo. Puede acercarnos a Dios, a la realidad última y suprema. Pero si se utiliza sólo para una finalidad sensual, para placer por el placer, puede hacernos perder energía, producirnos enfermedades, malestares físicos y psíquicos, llevarnos a la obsesión, al engaño y a estados de dolor profundo. Denuncias como las que comentaba al principio son pequeños ejemplos de los efectos perniciosos de una actividad sexual inconsciente, excesiva, manipulada o engañosa. El sexo, según diría el yoga, es algo que nos realiza como seres humanos, pero que puede llevarnos al caos. En nuestra mano, en nuestra consciencia, en nuestra sabiduría innata, está elegir una cosa o la otra.