¿Por qué? Fijaos. Democracia significa que el pueblo es el que decide. La gente, con sus acciones, con sus ideas y su voto, es la que da y quita poder a un gobernante o a otro. Lo que ocurre es que ese voto sólo se repite cada cuatro años. Es decir, entre voto y voto al que manda no lo mueve nadie.
Ahora, hagamos un paralelismo. Si votar es depositar un papel en una urna, comprar no se diferencia mucho. Porque el dinero es papel, y la caja de cada comercio, una especie de democrática urna. Y el dinero, por donde se mueve, es quien da el poder económico. Cuando una persona compra lo que hace es traspasar su dinero a una persona distinta. Si mucha gente compra un producto sus dueños adquieren poder. Si muchos meten su dinero en un banco ese banco se hace más grande y por lo tanto tiene más poder. Si la gente no compra en una tienda el tendero deja de tener poder y se verá obligado a cerrar.
Es decir, que el capitalismo, la economía de mercado y de bienes de consumo, es una especie de gran democracia donde todos los días se vota. Continuamente, a todas horas. Donde cada consumidor es capaz, con su individual compra diaria, de dar poder o quitarlo. Por lo tanto, no es verdad eso que dicen algunos de que los grandes bancos son los que mandan. De que las empresas hacen lo que quieren. De que los mercados son los que obligan a hacer cosas a los gobiernos. No, es todo lo contrario: somos los consumidores, los que hacemos esa democracia, los que damos el poder a esos pocos que luego hacen lo que les dejamos.
Si hoy en día son las petroleras las que contaminan el mundo es porque nosotros las votamos, diariamente, en las gasolineras. Si son los bancos hacen y deshacen es porque nosotros les damos dinero. Si las televisiones nos tienen atontados es porque no las apagamos. Si la comida es basura es porque la consumimos. Si la energía es nuclear es porque no apagamos las bombillas. Si la ropa nos viene de China es porque los europeos la compramos. Si el mundo está así como está es porque nosotros lo queremos.
Porque no sería tan difícil meter el dinero en otros bancos (que los hay, ¿debo recordaros que existe un tal triodos bank?). O usar más la bicicletas en vez de intentar aparcar cerca. O comprar menos congelados y más fruta fresca en el mercado de abastos. O ver menos la televisión y hojear un libro, o una revista, o dar un paseo por el parque o sentarse a contemplar los pájaros, las nubes, el aire y el cielo. O conversar de noche, a oscuras, alumbrados por un par de velas. O tener algo menos de ropa y coserla para que nos dure más.
Pero nada de eso lo queremos. Tenemos el mundo que hemos decidido. Que decidimos, día a día, con el voto. Metiendo nuestro papelito en las urnas de las tiendas y de los comercios. Sí, el capitalismo y el mercado son la democracia perfecta. Y tenemos lo que nos merecemos.